La Ley de Transparencia y la prensa

España era hasta hace apenas dos años el único país de la Unión Europea con más de dos millones de habitantes que carecía de una ley de transparencia. Estas normas regulan dos grandes cuestiones que tienen mucho que ver con la comunicación publica, hasta hace poco casi monopolizada por los medios informativos: amplían las obligaciones del sector público y los derechos de los ciudadanos.

En su versión más moderna, la Ley de Transparencia regula dos grandes campos muy relacionados con la comunicación pública. En primer lugar, las leyes de transparencia amplían coactivamente (no por simple voluntarismo) las obligaciones informativas en abierto de todo el sector público, sus entidades dependientes y de todo el que recibe significativamente dinero publico. Obligan a publicar muchos más datos que los que hasta ahora ofrecían en las webs y notas o ruedas de prensa.

Y por otra parte, extienden muchísimo las obligaciones de ofrecer respuestas detalladas y concretas a las demandas informativas privadas de los ciudadanos, sin necesidad de motivar un interés particular en cada caso; es decir, convierten a todos los ciudadanos en potenciales periodistas que preguntan a cualquier administración, tanto a la que tengan a la vuelta de la esquina como la que esté a miles de kilómetros. Y lo pueden hacer 24 horas al día, 365 días al año, a golpe de click, por las enormes posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías,que permiten una conexión permanente.

Ambas cuestiones, por lo tanto, modifican radicalmente el escenario comunicativo de los dos últimos siglos, en los que los medios de comunicación se constituyeron en los mediadores casi únicos entre las fuentes de información pública y los ciudadanos. Internet y las TICs (Tecnologías de la Información y la Comunicación) han venido a romper todas las intermediaciones o mediaciones humanas posibles entre humanos, al ponerlas automáticamente en manos de piezas de hardware y software.

Las leyes de transparencia, en esa misma línea y en base a las nuevas tecnologías, abren canales de comunicación nuevos, directos, entre los poderes y la ciudadanía. Sin las TICs, el alcance de las leyes de transparencia sería mucho menor y son, por lo tanto, una nueva derivada de la sociedad de la información en la que estamos embarcados desde hace décadas.

Desde ese único punto de vista, estas nuevas normas son un estorbo para los periodistas y para los medios, porque hace prescindible buena parte de su labor: el ciudadnao podrá informarse directamente –a coste cero, a la carta y cuando el quiera– a través de los portales de transparencia, convertidos de alguna manera en los nuevos medios. Y el ciudadano ya puede actuar directamente, como si fuera un periodista, en una rueda de prensa virtual e ininterrumpida, en cualquier momento y lugar, vía web. No siempre se informará tan rápido, a no ser que le respondan a través de una red social o vía formulario de atención al cliente. Y ahora aún se necesita un certificado electrónico en muchos casos [que ya muchos tienen para declarar la renta], pero en el futuro aun se allanará más el camino.

Amenaza y oportunidades

Todo esto ha ocurrido en los últimos años en España sin que los medios de comunicación, sus patronales, las organizaciones profesionales o los mismos periodistas se hayan preocupado mínimamente de las leyes de transparencia y de sus implicaciones, con una ceguera auténtica sobre estos cambios. Ceguera que espero sea reversible en los próximos años.

Y no porque los nuevos sistemas de transparencia solo sean un estorbo, como decía, o una amenaza para los periodistas, sino porque también representan una oportunidad inmensa para que los periodistas busquen más rápido y encuentran mejor, sin tener que pasar en muchos casos por los filtros de los gabinetes de prensa o directores de comunicación.

¿Por qué lo digo? Porque si bien las TICs nos aportan muchas y nuevas ventajas a todos los ciudadanos, también nos inundan y desbordan con un tremendo exceso de información, publicidad, ruido, distracción, espectáculo… capaces de encubrir o de ocultar las autenticas joyas informativas que interesan a todos, aquellas que desde siempre han sido objeto muy preciado para los periodistas exploradores.

Los portales de transparencia y los nuevos derechos de acceso a la información servirán para poco a la hora de recomponer la confianza social tan deteriorada en estos tiempos si no son usados realmente por la ciudadanía. Por esos ciudadanos que dicen querer transparencia… pero que no gasta su tiempo ni su interés en ejercitar realmente sus demandas informativas.

Así, ante el avasallamiento de los datos y las informaciones, el papel del periodista vuelve a reivindicarse como el que filtra y separa lo interesante de lo trivial o prescindible. Y para pescar en los nuevos e inmensos océanos de datos de las webs públicas y de la administración electrónica, el periodista ha de armarse con nuevas herramientas para buscar, encontrar, seleccionar y visualizar mejor que lo que lo hacen los ciudadanos.

Su objetivo debe ser otorgar a esos nuevos datos un contexto y una explicación que hoy por hoy los portales y las respuestas administrativas no ofrecen. Las nuevas leyes prometen y ofrecen transparencia para que lo público tenga mayor visibilidad a través de los medios electrónicos, con contenidos globales o a la carta, personalizados a medida de la demanda de cada ciudadano. Y gratis.

La transparencia de los datos es apenas el estadio más básico de un objetivo superior como la rendición de cuentas: un ejercicio que implica auténtica explicación de por qué los datos son así y no de otra manera. Los poderes públicos se comprometen progresivamente con la transparencia, pero aún siguen siendo muy renuentes con la rendición de cuentas.

Es bueno conocer los fríos datos de las cosas que pasan, pero aún mejor es saber por qué pasa lo que pasa. Y en esa humana aspiración, el papel de los periodistas fue, es y seguirá siendo fundamental. Para lograrlo en los nuevos escenarios han de dar un paso más allá de su tradicionales fuentes y han de trabajar con los datos primarios, que son cada vez más abiertos. Y hacerlo implica un imprescindible reciclaje: el conocimiento de las nuevas técnicas de periodismo de datos, hasta ahora muy escaso para la inmensa mayoría de periodistas .

Con esas nuevas capacidades, las webs públicas y los portales de transparencia y de datos abiertos se convierten en aliados de los periodistas y los ciudadanos y en enemigos de la opacidad , el secreto y el desconocimiento. Hay profesionales, sobre todo en los medios digitales, que están avanzando en nuevas formas de visualizar los mares de datos. Ellos son, en este momento, los grandes usuarios de los portales de transparencia porque han sabido convertir lo que tenía de amenaza desintermediadora para los medios en una oportunidad que les diferencia del viejo periodismo del siglo XX.

Esa moda todavía no ha llegado a Canarias, pero lo hará . Y los que sean avanzadilla consolidarán más su futuro y estarán en condiciones de aportar información relevante de fuentes primarias. Como nunca hasta ahora. Si las redes y los medios sociales, la internet 2.0, vinieron ocupar un amplio espacio de la comunicación en detrimento de los viejos medios, la nueva oleada de portales de transparencia –miles y miles en los próximos meses– aportarán un nuevo relato diferente al de los políticos y sus gabinetes de prensa.

Esa nueva versión de lo que ocurre será construida por funcionarios de carrera, expurgando sus discos duros de acuerdo con sus nuevas obligaciones de información. Y ahí deberán estar los periodistas para darles textura y contexto informativos. Para dar sentido a la infinidad de datos, para convertirlos en información y en conocimiento con las nuevas herramientas que este siglo pone a nuestro alcance.

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