La solidaridad no puede esperar

Ya hace más de cinco años. Estamos en Agadir. Un salón enorme, totalmente lleno de gente. Están presentes los medios de comunicación y las autoridades locales. El equipo de Radio ECCA, dos personas entonces, está junto con un enorme grupo de mujeres, las alumnas del curso de alfabetización que gracias a la cooperación canaria y a las administraciones marroquíes cierra su primera edición.

Volvamos a Marruecos. “Quiero comenzar dando gracias y manifestando mi sorpresa”, habla una de las mujeres del curso. Los asistentes callan. A mí lado, un traductor me hace comprensible su discurso. “Quiero manifestar mi sorpresa”, prosigue la oradora, “porque jamás pensé que yo, una mujer campesina, podría hablar en persona ante tantos hombres importantes”. Sus palabras provocan cierta sonrisa simpática y contagiosa entre los asistentes. “Quiero dar gracias a Radio ECCA”, continúa, “porque gracias a su trabajo yo ya puedo dejar una nota en mi casa cuando salgo, entender los precios del mercado, leer los carteles de la calle. Pero hay algo que todavía quiero agradecer más”.

Entonces la oradora se detiene, mira a los asistentes, reclama su atención. Y sigue: “Es lo más importante. Gracias a Radio ECCA, ahora me pregunto cosas. Me pregunto, por ejemplo, por qué yo no fui a la escuela, por qué no fui yo ni tampoco ninguna de las mujeres de mi aldea. Me pregunto por qué todavía hoy muchas mujeres no van a la escuela. Les aseguro que estas preguntas arrancan de mí un compromiso. Les prometo, aquí y ahora, que de ahora en adelante voy a luchar para que no solo mis hijos, sino también mis hijas, vayan a la escuela”. Un enorme aplauso cerró aquellas palabras llenas de reconocimiento, agradecimiento, compromiso y esperanza.

La cooperación canaria estuvo detrás de toda la actuación de Radio ECCA en Marruecos. Al igual que la cooperación oficial de la sociedad española tuvo un papel enorme, muy relevante, en los primeros años del siglo XXI. Aunque nunca alcanzó el 0,7% del PIB propuesto por la comunidad internacional, la cooperación oficial –tanto desde la administración central del Estado, liderada por la AECID, como desde las diferentes administraciones autonómicas y locales– llegó a ser significativa, llegó a apoyar verdaderamente a los proyectos en los que se implicaba. La sociedad civil siempre acompañó este proceso de ayuda.

Desde la tradición católica de las misioneras y misioneros, que en su día adquirió una relevancia institucional importante en las campañas contra el hambre y Manos Unidas, o a grandes instituciones vinculadas a la Compañía de Jesús, como Intermón o Entreculturas (Fe y Alegría), con una tradición de más de medio siglo, hasta la más reciente aparición de múltiples ONGD de origen muy diverso y empeñadas también en trasladar solidaridad a los pueblos del sur. Lo cierto es que en la primera década del siglo XXI, nuestra cooperación vivía una edad de oro.

La cooperación canaria, en concreto, se extendió por buena parte de África Occidental. Proyectos vinculados a salud, a universidad, a educación, a medio ambiente, a desarrollo económico, a tecnología… Todos esos proyectos proliferaron y supusieron cambios reales en Marruecos, Cabo Verde, Mauritania, Senegal o Bissau. Sin embargo, no ha pasado todavía una década desde el comienzo de la crisis económica, financiera, cultural y social en la que se embarcó el mundo occidental y España ha liderado la destrucción de proyectos de cooperación. Mientras la reducción media en otros presupuestos generales del Estado se establecía en torno al 10%, la reducción de la cooperación oficial española alcanzó un 70%.

En Canarias, se suprimieron las convocatorias para la cooperación exterior. Mujeres en situación de exclusión social, niñas y niños con problemas de salud, zonas campesinas y urbanas sometidas a problemas medioambientales, crisis sanitarias de emergencia que se han llevado la vida de muchísimas personas… Pero no todo ha sido destrucción. Algunas administraciones locales (Ayuntamientos o Cabildos) han mantenido presupuestos orientados a la cooperación al desarrollo. Muchas organizaciones y personas de la sociedad civil han mantenido y aumentado su ayuda.

En Radio ECCA, en concreto, estos años hemos pasado de gestionar un presupuesto de cooperación que se acercaba al millón de euros y que supuso un intenso y productivo trabajo en Marruecos, Mauritania, Cabo Verde y Guinea Bissau, afectando directamente a decenas de miles de personas, a proyectos mucho más reducidos que hemos conseguido sacar adelante con un presupuesto anual cercano a cien mil euros provenientes de organizaciones de la sociedad civil como Mapfre Guanarteme, la Compañía de Jesús o de algunas administraciones locales: cabildos de Gran Canaria, Tenerife y La Palma, diputaciones de Cáceres y Badajoz, o ayuntamientos como los de Agüimes, Arucas o Teror.

Por otro lado, otro duro efecto de la caída de la cooperación oficial (española y canaria) ha sido la desarticulación de las instituciones de la sociedad civil, las ONGD, que habían posibilitado una administración austera, cercana y eficiente de los recursos orientados a la cooperación. Una de cada tres organizaciones ha desaparecido y las supervivientes han reducido su volumen de ayuda aproximadamente a un tercio de lo que llegaron a suponer. Estas organizaciones tienen detrás a muchas de las mejores personas de nuestra sociedad: voluntariado y profesionales que no colocan la contraprestación económica en primer término, sino que apuestan por la solidaridad y por la seriedad en la ayuda.

Vivimos ahora unos tiempos diferentes. Algunos datos apuntan a cierta recuperación económica. Si nunca fue razonable una reducción tan drástica y dañina de los pocos recursos (siempre menos del 0,70%, hoy en torno al 0,14%) que se dedicaban a la cooperación, no cabe duda de que ahora debemos tratar de recuperar el terreno perdido. Así, en tres grandes líneas:

1) Es necesario aumentar de nuevo la financiación pública de la cooperación. Por tres motivos: a) por su enorme eficiencia en la lucha contra las desigualdades entre el norte y el sur, ccada día más patente con las crisis migratorias. b) porque la sociedad española es mucho más generosa que sus administraciones públicas (como lo muestran las múltiples donaciones personales ante cada tragedia). c) porque en realidad no significan ningún sacrificio para las políticas de nuestras administraciones: insistimos en que por mucho que crezca, siempre estaríamos diciendo que nunca sobrepasaría siete céntimos de euro por cada cien).

2) Es necesario elaborar un plan de cooperación que la entienda como un deber ético de sociedades globales y que ponga el acento en el elemento más transformador de las sociedades y la vida de las personas: la educación. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), planteados para 2015, consiguieron grandes avances, pero se quedaron muy lejos de la supresión de los problemas de pobreza y de aquellos que afectan en concreto a la educación (Agenda Educación Para Todos y Todas de Naciones Unidas). Estamos ahora ante una nueva propuesta, la de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que tiene como meta el año 2030 y que quiere erradicar la pobreza. Se trata de una agenda respaldada por la ciudadanía mundial, como muestra la encuesta My Word (http://www.cinu.mx/minisitio/Mi_Mundo_2015/). No podemos quedar fuera de este esfuerzo.

3) Es necesario reconstruir el tejido de sociedad civil capaz de vehicular la cooperación oficial con profesionalidad y con solidaridad. La formación de voluntariado, los estudios profesionalizados, la protección social de quienes trabajan en cooperación, las organizaciones de coordinación… Tenemos toda una tarea por delante.

Vuelvo a Marruecos, al entorno de Agadir, a la provincia de Inezgane, donde todavía tenemos presencia directa gracias a la colaboración de la Fundación Entreculturas y el Ayuntamiento de Málaga, y, principalmente, de los socios locales, la Región de Sous-Massa-Draa y la AREF (la agencia de alfabetización del Reino de Marruecos). Me encuentro con Fágima Sahara, una mujer extraordinaria que lidera una organización con la que trabajamos y que permite que el Sistema ECCA llegue a seiscientas mujeres de su comunidad.

“Señora, cuénteme, ¿por qué ha querido que su organización trabajara con Radio ECCA?”, le pregunto. Fátima medita antes de contestar. Me mira y mientras extiende su mano hacia mí mostrándome tres dedos, me dice: “Por tres motivos. El primero es la organización seria, profesional. Es muy buena. La gente de Radio ECCA trabaja bien. El segundo es por la formación a distancia. Es muy importante para una cultura como la nuestra, donde pocas mujeres pueden salir frecuentemente de su casa solas. La tercera es el maestro Freire…”.

Cuando oigo su tercer motivo no puedo menos que sumar emoción al orgullo de formar parte del equipo de Radio ECCA. Seriedad, formación a distancia y la pedagogía de la liberación que puso en marcha en América Latina en los años sesenta el pedagogo y pensador Paulo Freire. Todavía estamos muy lejos del mundo inclusivo, consciente y libre en el que pensaba Freire, pero no podemos cesar en nuestro empeño. Reconstruyamos la cooperación.

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