“Es la economía, estúpido”. Uno de los lemas que guiaron la campaña electoral de Bill Clinton en 1992, que le llevaría a un sorprendente triunfo sobre George Bush (padre) y a la presidencia de los Estados Unidos, nos permite analizar la situación actual de los periódicos en papel. Así, aunque la crisis económica nos podría invitar a pensar que el precio del periódico es el principal problema de la prensa escrita, la realidad nos indica lo contrario.
A peor la mejoría y Caída libre (con el fondo muy lejos). Los últimos análisis de la situación de los periódicos canarios ofrecían títulos que invitaban al pesimismo. Por desgracia, las previsiones se cumplen: los diarios que aún se editan en Canarias tienen cada vez menor difusión (de las ventas en kiosco resultaría doloroso hablar). Y lo que es peor, en un intento lógico –pero no por ello acertado– de reducir gastos, también tienen menos páginas, peores contenidos, profesionales más desanimados, muchos despistes, menos independencia del poder político y económico, publicidad menguante, errores groseros…
Esta situación contrasta con otra realidad: las visitas a las ediciones digitales de esos rotativos crecen de forma constante. Y también se incrementan, aunque de forma más irregular, los pinchazos en medios on line que no tienen detrás el apoyo físico de un periódico en papel o un medio convencional (radio, televisión, etc). Ante la rotundidad de las cifras, un análisis simple invitaría a pensar en el precio cómo causa principal de los males que aquejan a los medios escritos. O más concretamente, a los escritos en papel, porque, ya se ha dicho otras veces, los diarios digitales también están escritos.
La diferencia en el precio es evidente: los periódicos canarios cuestan entre 1,10 y 1,20 euros, mientras que –con un dispositivo adecuado– los diarios digitales son gratuitos. Y todo apunta a que lo seguirán siendo en un futuro cercano porque los intentos de limitar el libre acceso a determinados contenidos o de cobrar por la globalidad del producto han generado un profundo rechazo. Y aunque el importe de los periódicos se ha estabilizado en los últimos años, lo cierto es que su precio se ha duplicado desde la llegada del euro: de 100 pesetas a 1,20 euros; o sea, 200 pesetas.
En unas condiciones que mezclan un creciente interés por la información y un deseo de gastar poco dinero en estar informado, la lógica invitaría a pensar en un éxito de los periódicos gratuitos, que podrían financiarse con una publicidad ávida de influir en un imponente número de lectores. Esta sencilla ecuación se topa con la realidad: el único diario gratuito de carácter nacional que sobrevive en España, 20 minutos, apenas rozaba el millón de lectores a comienzos de 2015, tras llegar a tener 2.685.000 lectores siete años antes, al inicio de la crisis. Y por el camino se cayó casi la mitad de la plantilla.
Más cercano a la realidad canaria es el experimento Viva en Andalucía, gratuito de 16 páginas que sale a la calle de lunes a viernes con cifras modestas en Huelva, Málaga, Jaén o Sevilla… y con más éxito en la provincia de Cádiz: tres ediciones [Cádiz, Jerez y Algeciras] con una distribución similar a la difusión de los diarios de pago de cada zona. Aunque los treinta mil ejemplares distribuidos por Viva en esa provincia también confirman un dato observado a nivel nacional: su nulo impacto en las ventas de Diario de Cádiz, Diario de Jerez y Europa Sur, los tres competidores de pago del grupo Viva.
Estos rotativos de pago gaditanos pierden lectores de forma moderada (un seis por ciento anual), al mismo ritmo que el resto de la prensa regional, mientras las ventas de lunes a viernes no se ven afectadas por la presencia de Viva, lo que permite concluir que el diario gratuito no le quita lectores a la prensa de pago, premisa aplicable a todo el territorio nacional. Admitido que el precio no es principal problema de la caída de las ventas de la prensa regional, la tentación es creer que se trata de un problema de soporte o de gustos. Y que la gente ya no busca el papel para informarse ¡ni aunque el periódico sea gratis!
Algunos datos apuntan en esta dirección. Así, el repunte publicitario observado el último año no llega a los medios en papel y la credibilidad decrece: un estudio de la Universidad de Oxford indica que sólo un 34% de los españoles confía en las noticias publicadas y que sus medios son los menos creídos de Europa. Y el X Seminario Internacional de Lengua y Periodismo dejó, por escrito, otra conclusión inquietante: la disminución del número de correctores o su eliminación provoca un aumento en los errores y los malos usos que perjudica la calidad del producto que reciben los lectores.
Otra razón del desprestigio de la prensa la ofrece Forges, dibujante que junto a miles de ilustraciones geniales deja esta certera reflexión: “Los periódicos en España se hacen para que los lean los periodistas; luego, los banqueros; más tarde, para que el poder tiemble; y por último, para que los hojee el público”. Así, con unos periódicos ombliguistas, en los que el lector no confía, llenos de errores, que venden poco y sin publicidad, lo sensato sería gritar “el último, que apague la luz”. Y más ante una previsible repetición electoral y una obligada paralización de la publicidad institucional.
Pero antes de cerrar el kiosco convendría reparar en algunos lugares donde la prensa regional sobrevive dignamente, que en España no son pocos. Todos con un nexo común: prima la calidad del producto, del periódico en este caso, por encima del precio, el ahorro, los recortes, el interés puramente económico, la obediencia servil al poder… Un ejemplo es Navarra, comunidad con poco más de la mitad de población que la provincia de Las Palmas y donde sus dos principales periódicos –que cuestan 1,30 euros– venden cincuenta mil ejemplares, casi el doble que la suma de La Provincia y Canarias7.
Un poco de autocrítica
Otras comparaciones también provocan sonrojo: en Vizcaya, con una población similar a la de la provincia tinerfeña, sus dos cabeceras de referencia, El Correo y Deia, suman noventa mil ejemplares –a 1,30 euros, por cierto– por los poco más de veinticinco mil despachados entre los tres periódicos tinerfeños. Podríamos culpar al mayor poder adquisitivo de vascos y navarros o a su mayor nivel cultural… pero en Asturias, con similar renta per cápita y la mitad de población que Canarias, entre La Nueva España y El Comercio venden diez mil ejemplares más que la totalidad de los periódicos del Archipiélago.
¿Y si le echamos la culpa a la fragmentación y la insularidad? Pues la realidad nos pide acercarnos a Baleares para descubrir que, sólo en Mallorca, con una población similar a la de islas como Tenerife o Gran Canaria, se venden más periódicos locales que en toda Canarias. Ante la tozudez de los datos convendría reconocer que algo se hace mal en nuestra tierra y que reducir gastos para cuadrar las cuentas no es la solución. Echarle la culpa a la crisis, al poco apego de los jóvenes al papel, al precio del periódico o la incultura de los canarios está muy bien para eludir la autocrítica, pero nos aleja de la realidad.
La culpa es nuestra, no de la economía. Y sería de estúpidos no reconocerlo.