Los titulares relacionados con situaciones de violencia contra la mujer pueden encerrar mensajes machistas.
La importancia de la incorporación transversal de la perspectiva de género en los medios de comunicación ha quedado especialmente patente a lo largo de 2017. Este ha sido un año histórico en cuanto a la reivindicación por la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, y particularmente en lo que respecta a la visualización y denuncia de las situaciones de violencia de género, como fruto de los movimientos sociales acaecidos durante este periodo.
Los medios de comunicación de masas, en su faceta de agentes socializadores, han venido moviendo, ya sea para bien o para mal, los hilos de la sociedad para luchar contra esta lacra social de discriminación hacia la población femenina. Sin embargo, su influencia no ha llegado a alcanzar la esfera política.
Y es precisamente a estos medios de comunicación a los que se les exige promover el conocimiento y la difusión del principio de igualdad entre mujeres y hombres, según establece el derecho fundamental de igualdad y no discriminación recogido en el artículo 14 de nuestra Carta Magna, así como en el artículo 36 de la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres.
Sería entonces necesario que en el desarrollo de su labor usaran las “gafas violetas” de la perspectiva de género, no solo para incorporar de manera transversal este principio de igualdad de oportunidades, sino para prevenir y evitar cualquier situación de discriminación hacia la mujer. Con ello se lograría que el impacto de la opinión pública no fuera sesgado, machista y por tanto discriminatorio, sino que por el contrario generaría en la sociedad un impacto positivo en materia de igualdad.
Pensemos, a modo de ejemplo, en dos noticias de gran impacto mediático publicadas en el año 2017, como fueron los casos de Diana Quer y la manada, ambos representativos de violencia hacia la mujer.
En cuanto al primer caso, antes de hallar el cuerpo de la víctima, en la prensa escrita se contaba, por ejemplo, que la madre de Diana Quer frecuentaba bares en los que se buscan hombres que deseen casarse, y que le decía a su hija que tomara un orfi, o que Diana Quer buscaba fuera el cariño que su madre y hermana no le daban.
Al informar de estos detalles sobre la vida privada y presentarlos como relevantes para la investigación lo que consiguieron de alguna forma fue criminalizar a las tres mujeres (madre, hermana y víctima), mientras que, por el contrario, la imagen del pater familias siempre se trataba de forma muy diferente. Y el curso de los acontecimientos empeoró, cuando al conocerse el triste final de Diana, se la culpó por resistirse ante el asesino. Así rezaban los titulares de la prensa: “El Chicle dice que mató a Diana Quer porque se resistió cuando intentó violarla”, “El Chicle confiesa que intentó violar a Diana Quer pero ella se resistió y la estranguló”.
El caso de ‘la manada’
Y otro tanto ha ocurrido con la víctima de la manada: se culpabiliza a la propia víctima al dar detalles intrascendentes sobre su vida privada o su estado de ánimo, a todas luces irrelevantes para la dilucidar la culpabilidad o no de la agresión sufrida; detalles como que colgaba fotos y canciones en Facebook y hacía viajes con sus amigas. Irónicamente, y al contrario que a Diana Quer, a la víctima de la manada se la culpabiliza por no haberse resistido a los deseos sexuales de cinco hombres que la violaban de manera reiterada y agresiva.
En este caso, los medios esgrimían los siguientes titulares: “¿Se opuso usted al violador?: la pregunta clave del juez”, ”La joven dice que no se resistió a sus violadores en Sanfermines porque entró en shock”, ”El juez González a la chica de la manada le dice: ‘Ha quedado claro que daño, dolor, no sintió usted’”, “El letrado ha incidido en que la joven no fue intimidada y que no exteriorizó en ningún momento y de forma clara su negativa a mantener sexo, ni se resistió”. Al destacar y sesgar estas declaraciones, el mensaje que se está transmitiendo a la sociedad no es otro sino que tanto una como otra son en cierto modo culpables: en el primer caso, por resistirse a una violación y, en el segundo caso, por no haber ofrecido la suficiente resistencia para evitarla.
Por consiguiente, la información se ha centrado en evaluar cómo han reaccionado las víctimas: si se han resistido, si han dicho “no” o si han opuesto resistencia, tratando el caso como si fuera aislado y propio de la mujer, y consiguiendo así eliminar el elemento estructural y desdibujar el machismo que se esconde detrás.
En Canarias, Jennifer H. fue asesinada por su marido, Esteban. H. D., el pasado 19 de enero de 2018. Tras su muerte, la prensa canaria informaba del caso del siguiente modo: “La madre, hija a su vez de Yenny Sofía, se había marchado de la Isla poco después de dar a luz sin hacerse cargo del bebé”, “La Policía investiga si, como se cree, la madre se desentendió de su responsabilidad de ayudar en la manutención”, “En la vista, Yenny cambia de versión y asegura que sí hubo agresiones físicas”, “Varios testimonios aseguran que la Fiscalía llegó a barajar la opción de denunciarla por falso testimonio.” Finalmente, una de las noticias se pregunta, tras la muerte de Jennifer, los porqués de sus decisiones: ¿por qué no pidió formalmente el divorcio?, ¿por qué cambió de versión ante el juez y terminó retirando la denuncia?
Sin embargo, nos contaban que Esteban era un buen padre y siempre se había hecho responsable de su hija. Cito textualmente: “Esteban se había hecho responsable de su custodia legal nada más nacer en Tenerife”, “Esteban la cuidaba con esmero: la llevaba y traía al colegio, la mantenía y le daba todos los cuidados. Era su hija a efectos legales y, de hecho, tenía sus apellidos. La quería mucho y algunos de estos testigos aseguran que era lo más que le preocupaba en la vida”.
Con el enfoque que se le ha dado a esta noticia se producen situaciones de discriminación positiva hacia el hombre, y a la vez se justifican sus comportamientos machistas, incluso cuando dichos comportamientos pueden llegar a constituir hechos delictivos. Así, por ejemplo, “los asesinos” no son asesinos, sino que “las mujeres mueren a manos de sus parejas o ex parejas”.
La influencia de los medios
Los medios de comunicación son, dentro de la construcción del género, el agente socializador más influyente, no solo porque su alcance mediático es inmenso, sino porque su visualización o lectura provoca formas de pensamiento, que a su vez pueden generar roles y estereotipos sexistas.
Estas creencias sexistas que generamos a través de los medios de comunicación son erróneas y, en su caso, provocan mayoritariamente situaciones de discriminación hacia las mujeres. Pero entonces, ¿qué significa incorporar la perspectiva de género en los medios de comunicación? Consiste en pensar y transmitir desde todos los niveles de la sociedad que hombres y mujeres somos iguales pero que, a pesar de ello, la sociedad, los poderes públicos, la religión, la cultura popular y los propios medios de comunicación, entre otros, no tratan igual o de la misma manera a las mujeres. Pensamiento este, que no solo viene de la cultura popular que asigna roles diferentes a hombres y a mujeres, sino del sistema patriarcal arraigado, que hasta ahora ha permitido a los hombres ocupar los ámbitos de poder y decisión.
¿Y qué provoca la falta de perspectiva de género en los medios de comunicación? Pues, en primer lugar, una discriminación evidente hacia las mujeres, y, en segundo lugar, pero no menos importante, un impacto negativo y un pensamiento equívoco en quienes consumen estas y otras muchas noticias sin la adecuada perspectiva, culpabilizando a la mujer de los delitos que sufren.
Por supuesto, existen noticias en las que los y las profesionales cuidan la inclusión de una perspectiva de género. Además, en los años 2017 y 2018, los medios de comunicación han sido el hilo conductor de los movimientos sociales a favor de la erradicación de la violencia hacia la mujer. Recordemos el movimiento paralelo que provocó el caso de la manada, en el que la sociedad se movilizó y salió a la calle para pedir justicia en igualdad ante unos medios probatorios admitidos en el juicio del caso; o cómo olvidar el gran hito histórico del pasado 8 de marzo, que ocupó grandes y numerosas portadas en la prensa.
Aunque cada vez hay una mayor conciencia y sensibilización en materia de igualdad, sigue siendo todavía una asignatura pendiente la necesidad de incorporar la perspectiva de género entre los y las profesionales de la comunicación y en el tratamiento de la información. Esta tarea implica modificar o cambiar las creencias y los estereotipos que están en la base de la sociedad, y por tanto preguntarse por qué los y las agentes de la comunicación han aprendido e interiorizado esas ideas sexistas que perpetúan la desigualdad hacia las mujeres.