Las coproducciones con productoras nacionales e internacionales son la principal vía para el crecimiento de un tejido local al que avala la creatividad de sus realizadores
Hay datos que son incontestables. Cuatro largometrajes de producción canaria se han proyectado las salas de comerciales en dos meses de este 2021. Primero llegó, en mayo La piel del volcán, ópera prima del teldense Armando Ravelo. Después fue el turno de Entre perro y lobo, producción de la empresa tinerfeña El Viaje Films que dirigió la ceutí Irene Gutiérrez. El cuarteto lo cerraron dos cineastas canarios que también se estrenaban en el largo, como son Guillermo Ríos, con Solo una vez, y Miguel Ángel Mejías, con La viajante.
También se han estrenado otras producciones con sello canario, como es el caso del documental El último arquero, de Dácil Marique de Lara, o Blanco en blanco, del chileno Theo Court, una coproducción canario-chilena rodada entre Tenerife y Tierra del Fuego y en la que gran parte del equipo técnico estaba compuesto por profesionales isleños.
Aunque fuera una situación anecdótica, que no lo es, estos estrenos permiten calificar como muy dulce el momento por el que atraviesa el sector audiovisual en el archipiélago canario. Pero hay más, muchos más detalles que permiten atisbar un futuro cercano aún más esperanzador. Eso sí, sin lanzar las campanas al vuelo y sin negar que quedan muchas cosas que mejorar para que esta industria se asiente en las islas y la creatividad local se fortalezca.
La pandemia se llevó por delante un buen número de producciones que tenían previstos sus rodajes en las islas, pero al menos aquí se rodó la segunda temporada de ‘Hierro’, primera de una serie en territorio español tras el confinamiento
Para radiografiar de forma sucinta el sector, conviene hacer una diferenciación preliminar. Una cosa son las producciones nacionales e internacionales que se ruedan en las islas, atraídas tanto por la variedad de paisajes y el clima como, sobre todo, por los incentivos fiscales. Otra cosa son las producciones de los cineastas canarios que residen en las islas o fuera de las mismas y que ruedan por estos lares. Ambas realidades son las que componen el sector audiovisual isleño, pero no van de la mano, fundamentalmente porque la política de los incentivos fiscales, hasta ahora, es inalcanzable para la mayor parte de las producciones locales, ya que los límites económicos fijados son excesivamente altos para los presupuestos que contemplan los proyectos audiovisuales canarios. De ahí que desde el sector cada vez toma más peso la idea de que las coproducciones con productoras nacionales e internacionales son la principal vía para el crecimiento.
Al margen de que ese camino se explore y que finalmente se demuestre su efectividad, lo cierto es que a nivel creativo las islas cuentan en estos momentos con un nivel fantástico. Llevan años brillando una serie de cineastas que se han convertido en habituales en los principales festivales nacionales e internacionales de cortometrajes. Se trata de autores como Macu Machín, David Pantaleón, Samuel M. Delgado y Helena Girón, Nayra Sanz, Víctor Moreno, Octavio Guerra, Cayetana H. Cuyás, Coré Ruiz, Dailo Barco, Miguel G. Morales o Jose Alayón, entre otros.
Víctor Moreno, por su parte, ha estrenado ya a nivel nacional e internacional dos largometrajes, como son Edificio España y La ciudad oculta. Además, fue uno de los galardonados con el premio especial del 20º Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, celebrado en la pasada primavera. Este reconocimiento a su trayectoria no es baladí, ya que tanto Moreno como la mayor parte de sus compañeros cineastas reconocen que este evento, dirigido primeramente por Claudio Utrera y ahora por Luis Miranda, ha marcado de forma decisiva su forma de ver y hacer cine. Una manera marcada por propuestas que se alejan de los cánones más comerciales, que transitan por las vanguardias narrativas y visuales, tanto a la hora de afrontar la ficción como la no ficción o incluso una fusión entre ambas.
Predomina este tipo de cine, pero ni es el único ni es uniforme. Cada uno de los cineastas tiene un sello muy personal, diferenciado y poco o nada academicista. Ahí radica una de las claves del éxito de esta generación y que sean objetivo constante de los programadores de los principales festivales que apuesta por esas producciones que viven en los márgenes de la gran industria.
El efecto de la pandemia
Evidentemente, la pandemia de la Covid-19 ha supuesto un duro golpe para sus respectivos proyectos y el parón total al que obligó el confinamiento y la compleja desescalada les obligó a echar el freno en buena parte de sus respectivas producciones. Pero la mayor parte de los mencionados y otros cineastas están desarrollando nuevos filmes, gracias en gran parte a las convocatorias de ayudas de los cabildos tinerfeño y grancanario y del Gobierno de Canarias.
La piel del volcán, primer largometraje del Proyecto Bentejuí que lidera Armando Ravelo, que se rodó íntegramente en Gran Canaria y que ha estado varias semanas en las principales salas del archipiélago antes de saltar a las de la Península, ha abierto la puerta a un cine canario más comercial, de narrativa clásica, que el tiempo dirá si se mantiene abierta para más producciones canarias con un espíritu similar.
Los rodajes nacionales e internacionales han tenido que superar dos importantes obstáculos para seguir creciendo en las islas como una industria con un importante impacto económico. La primera y más evidente ha sido, por supuesto, la pandemia de la Covid-19, que se llevó por delante un buen número de producciones que tenían previstos sus rodajes en las islas durante el 2020 y 2021.
Al menos, aquí se llevó a cabo el primer rodaje de una serie en territorio español tras el confinamiento. Fue el de la segunda temporada de la serie Hierro, en la isla del Meridiano, que se desarrolló con un estricto protocolo sanitario. El rodaje de esta producción que ya ha exhibido Movistar + se interrumpió en marzo del pasado año, cuando se decretó el estado de alarma y obligó a que una parte considerable del equipo se quedara en El Hierro hasta que se reanudó la actividad.
Esta segunda temporada de la serie protagonizada por Candela Peña y Darío Grandinetti reafirmó también lo logrado en la primera entrega. Desterrar los prejuicios sobre el nivel de los actores canarios, que de nuevo volvieron a copar y desarrollar con solvencia algunos de los principales papeles de esta ficción con tintes de cine negro.
Otras series, como la española Dos vidas o Dr Who y largometrajes como los nórdicos Charter y Empire, así como los largometrajes nacionales La casa entre los cactus y Pan de limón con semillas de amapolas y Mamá o papá son algunos ejemplos de producciones que se han atrevido a salir adelante en las islas estos dos últimos y pandémicos ejercicios.
El otro gran problema que paralizó el desembarco de nuevos rodajes tuvo su origen en la modificación realizada por el Ejecutivo central del REF realizada en marzo de 2020, que afectó a la política de incentivos fiscales y que, como bien ha denunciado el sector, ha generado un clima de incertidumbre e inseguridad jurídica muy negativo.
El acuerdo alcanzado finalmente para regular el tope de deducción anual por incentivos fiscales en doce millones, lo que supone un incremento de 5,4 con respecto a los 7 admitidos hasta ahora, ha supuesto un alivio para una industria audiovisual cada día más consolidada. Una prueba de ello es que las distintas productoras que han aterrizan en las islas, tanto para el rodaje de largometrajes y series como de anuncios publicitarios, destacan la cada vez más importante presencia de profesionales y empresas locales con técnicos de muy alta cualificación y experiencia, lo que les permite ahorrar costes. Se evitan traer de fuera a muchos trabajadores y otro tanto les sucede con el material técnico necesario para rodar.