La música, banda sonora para un encierro

Los artistas se adaptan a una nueva realidad que trastoca todos los planes, sin conciertos pero con la aparición de nuevos métodos para mantener la conexión con la audiencia

2020. Año redondo, bonito… Todos los deseos y esperanzas estaban puestos en él. Siendo justos y, por qué no, crítico con uno mismo, lo comenzamos como cualquier otro. Cena, uvas… Todo igual para convertirse en un año tan diferente.

Aunque de fondo y muy lejano empezábamos a escuchar algo del coronavirus primero y, técnicamente, de la Covid-19 después, nos seguía resultando tan distante geográficamente que algunos se atrevieron a emplearlo como motivo para un disfraz de Carnaval mientras al son de Celia Cruz bailábamos por las calles de la capital. Nada hacía presagiar lo que se nos venía encima. ¡Qué ilusos!

Quizás por establecer una línea en el tiempo, una especie de antes y después, vamos a constituirla el sábado 14 de marzo, el día que el presidente del Gobierno de España anunció la declaración del estado de alarma. Aquella jornada, y las siguientes, teníamos tanta sed de saber qué pasaba que no importó escuchar la información en bucle una y otra vez. Ahí mandaban las noticias; eso es así. Y en España, además, la actualidad pasaba por algo insólito. Confinamiento.

Tras los primeros días de información y, porqué no decirlo, de educación para aprender a estar encerrados, la vida fue dando paso, poco a poco, a la fase embrionaria de lo que hoy conocemos como nueva normalidad. Una especie de punto intermedio entre las ganas de saber y las de mantenernos en una ignorancia voluntaria. La información nos seguía interesando, sí. Pero ya nos empezaba a apetecer cocinar, trabajar o hacer ejercicio con algo que no fuera el constante goteo de cifras que, desgraciadamente, iban en aumento. No es desprecio o rechazo a la realidad. Es que somos así; nos cansamos muy rápido de las cosas.

La música es libertad, es diversión, es cultura… La música nos hace sentir bien. Y durante esas semanas era vital estar mentalmente sanos para afrontar lo que se nos venía encima, que tampoco estaba claro qué iba a ser ni cuánto iba a durar

En ese proceso gradual, la música se abrió paso, una vez más, para demostrar que sirve como nexo de unión de todos. Porque, al margen de estilos, décadas o gustos, la música fue (y es) generosidad en toda su extensión. Bastó con ver cómo vecinos de toda una calle descubrieron a ese joven tímido tocando el piano en la ventana, aquella ama de casa cantando a capella o a los muchos DJs sobrevenidos que amenizaron los balcones. Hasta los comercios que podían abrir lo hicieron, al principio, sin hilo musical. Misma tienda, mismo personal y faltaba algo; y ese algo era la música. Al principio no, pero luego, con la música de fondo, ir a la tienda ya parecía otra cosa.

Eso sí, los sentimientos seguían a flor de piel y la música fue testigo y cómplice de ello. Siempre hay una canción perfecta para lo que estamos sintiendo. Durante el confinamiento nos decantamos por el Resistiré, como si de una advertencia al virus se tratara.

Porque, completado el máster en epidemiología y pandemias del que todos fuimos alumnos en los primeros días o semanas, llegó el momento de “darle al play” a las canciones. Unas veces para hacer deporte, otras para aparcar la realidad… La música recuperó ese lugar tan importante en nuestras vidas. Y todo ello sin olvidar la cantidad de vinilos o CDs que fueron desempolvados en los días de encierro. Cuántas canciones olvidadas que fueron rescatadas.

La música sirvió para dejar de pensar durante esos minutos en todo lo que teníamos encima; para imaginar situaciones futuras en “libertad” o recordar, con la esperanza de repetir, aquel pasado no tan lejano. Se convirtió en una vía de escape, ya fuera por imposición horaria o por evadir nuestra mente de manera voluntaria. No vamos a descubrir ahora el poder de la música. Pero sí resaltar que el confinamiento hubiera sido infinitamente más complicado (que ya es decir) sin las canciones de nuestra vida, ya fuera la pasada que cada vez resultaba más lejana o la presente más inmediata.

La música es mucho más que canciones. El factor humano está presente siempre. Pongamos de ejemplo a los que se ganan la vida pinchando música en las salas y que acabaron haciéndolo para nosotros desde la ventana; los compositores, que tuvieron mucho más tiempo para arreglar o masterizar esas piezas que se quedaron, como todo, a medio hacer y cuyo veredicto era el patio de luces del edificio al más puro estilo de programa de cazatalentos. Y, claro, también estamos los de la radio musical; los locutores que te acompañamos cada día desde el receptor, cuyo trabajo consiste en entretener e informar. Combinar música e información, además, resultó ser una ecuación perfecta en una situación tan delicada como la vivida.

En Kiss FM Canarias fuimos conscientes de esa necesidad y no dejamos de hacerlo ni un día. Cada hora a en punto el boletín con información nacional; a media las últimas noticias de las Islas. Y en mitad de la información, música. Todas esas canciones sirvieron para amortiguar la sensación de incertidumbre que cada día se iba apoderando de nosotros.

La música es libertad, es diversión, es cultura… La música nos hace sentir bien. Y durante esas semanas era vital estar mentalmente sanos para afrontar lo que se nos venía encima, que tampoco estaba claro qué iba a ser ni cuánto iba a durar.

La música se convirtió en una dosis de defensas; un himno cuyas letras, en muchos casos, nos venían a decir que la humanidad ha tenido el poder y capacidad para salir de las peores situaciones. Gracias a la música soñamos con la posibilidad de un mundo mejor.

Mezclar en una frase los términos pandemia y confinamiento con música podría resultar antagónico. Pero en tiempos de Covid, la música fue sanadora y salvadora a partes iguales.

Recuerden la célebre frase de Louis Armstrong: “Los músicos no se retiran, paran cuando ya no hay música en ellos”. Y aunque no seamos músicos, pero sí necesitemos de ella, la música no se detuvo ni un solo momento.

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