El alcalde de Santa Cruz de Tenerife, un año alejado de los focos hasta recuperar el bastón de regidor, ha convertido en obsesión la recuperación del comercio y la hostelería de la capital
Sostiene José Manuel Bermúdez desde antes de se convirtiera en alcalde de Santa Cruz de Tenerife, que el comercio y la hostelería deben ser motores de la economía chicharrera, más allá de la tracción que da al municipio su condición de cocapital de Canarias o el mismo puerto de la ciudad. Curtido antes de la vida consistorial en la escuela que supuso para una generación de políticos de Coalición Canaria trabajar con Adán Martín en el Cabildo de Tenerife, Bermúdez Esparza hizo del sector terciario una de las banderas de la primera campaña en la que optó a gobernar la ciudad de la que ha sido regidor desde 2011, salvo el paréntesis de un año (2019-2020) en el que ostentó el bastón de mando la socialista Patricia Hernández.
Bermúdez siempre llevó a gala ser “un chico de Santa Cruz” y donde otros esconden hitos de la infancia o la adolescencia, el hijo de Severiano Bermúdez (concejal que fue en la Casa de los Dragos casi treinta años antes de que su primogénito la presidiera), nunca ha escondido sus primeros como vecino del barrio de Valleseco —de donde le quedó su devoción por la comparsa Los Cariocas o los baños en su pequeña playa de callados—, sus estudios de Primaria en el CEIP Miguel Pintor —un ejemplo como pocos de la época de integración de extracciones socioeconómicas dispares— y los de BUP y COU en el desaparecido Instituto Poeta Viana, cuando ya era vecino del cercano barrio de La Salud.
Prototipo, así, de la clase media de Santa Cruz, Bermúdez nunca fue socio de, una marca que en otros tiempos abría muchas puertas laborales en la ciudad. Acabó su carrera de Derecho en La Laguna y con 25 años ya era consejero de Deportes del Cabildo, un área en la que agrandó el camino abierto por otro animal político (Paulino Rivero) abriendo líneas de ayuda inéditas y mejorando el mapa de instalaciones deportivas de la Isla, de las que el plan Fútbol en Verde —dotando de césped artificial a más de cuarenta campos de todos los municipios— fue su mejor legado.
Poco expansivo en el trato personal para lo que se estila en política, pero gran cultivador de las relaciones con sus pares institucionales, de su paso por el Cabildo se recuerda —en línea de otros hacedores de acuerdos como ellos propios Martín y Rivero— su capacidad para respetar a la oposición y transar acuerdos antes que imponer el rodillo de la mayoría. Treinta años después de su llegada al Palacio Insular, puede que eche de menos a la generación que llevó la democracia al Gobierno de Tenerife (José Segura, Juan Carlos Alemán, Wladimiro Rodríguez Brito, Miguel Ángel Barbuzano, Lorenzo Dorta o Plácido Bazo, entre otros de variada condición), ahora que le toca lidiar con una dirigencia enferma de adanismo —el bíblico, no el de Martín Menis—, cuando no del puro sectarismo que no se cura ni con la edad.
Bermúdez ha seguido a lo suyo. Obsesionado porque la maquinaria funcionarial esté engrasada y carbure, detallista hasta la manía por hacer sentirse importante a cualquier dirigente ciudadano y convencido de que es mejor un mal acuerdo que un buen pleito
Bermúdez ha seguido a lo suyo. Obsesionado porque la maquinaria funcionarial esté engrasada y carbure, detallista hasta la manía por hacer sentirse importantes —y chicharreros, naturales o adoptivos— a un dirigente vecinal, empresarial o deportivo como al presidente del Real Casino o al general-jefe del Mando de Canarias. Y, como abogado que es, convencido de que mejor es un mal acuerdo que un buen pleito.
Entre obsesión y obsesión, el alcalde de Santa Cruz de Tenerife no ha olvidado el tractor del comercio —grande, mediano y pequeño— y del sector alojativo. De lo primero, puede que por sus mismos orígenes apegados a la calle, de lo otro porque ocho años al frente del área de Turismo del Cabildo le convencieron del potencial del turismo de ciudad y de la capacidad del municipio para mejorar una planta alojativa que vivió demasiados años con la soledad de un buque insignia como el Mencey. Décadas después, Santa Cruz ha duplicado las plazas, ha adaptado la calidad a parámetros de este siglo y comienza a explorar la veta de los hoteles boutique, una alternativa en la que la rehabilitación de inmuebles en la Zona de Gran Afluencia Comercial comienza a hacerse hueco.
“Centrados en las personas”
A la contra que a la inmensa mayoría de alcaldes, a Bermúdez lo agarró el confinamiento entre marzo y mayo de 2020 como jefe de la oposición en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, una vez comprobó el año anterior —tras una frustrante reunión con Matilde Zambudio de la que solo sacó en claro que la concejal de Cs no le apoyaría para elegirle primer edil de la ciudad y que Juan Ramón Lazcano seguiría la disciplina de partido— que pasaría sí o sí a la bancada de la fiscalización. Tuvo más de un desencuentro con la entonces alcaldesa, esperó hasta el verano para promover la moción de censura contra Patricia Hernández y solo recuperado el bastón de alcalde pudo poner en práctica su apuesta centrada “en las personas”. Para las personas se supone que gobierna cualquier político, pero Bermúdez recuerda el adagio cada vez que tiene ocasión.
Heredero, a su pesar, de algunas de las peores consecuencias (los casos Las Teresitas y Emmasa por delante de todas) del mandato como alcalde de Miguel Zerolo (1995-2011), alejado de las polémicas en el barro en las que nunca creyó, fiado siempre —como gusta de recordar— al criterio de los altos funcionarios de la Casa de los Dragos frente a las insinuaciones de componendas que nunca se han podido demostrar, Bermúdez recuperó algunos puentes destruidos en el periodo precedente, potenció otros y se lanzó a la primera de sus obsesiones.
En el estilo que ha hecho popular en la Comunidad de Madrid a Isabel Díaz Ayuso, Bermúdez convocó a las organizaciones del Tercer Sector para conocer sus necesidades y se reunió con agrupaciones empresariales y de autónomos para consensuar las medidas de reparación del daño que la crisis sanitaria ha hecho en el tejido productivo local.
Ambas trayectorias confluyeron en la constitución de la Mesa de Reconstrucción Social y Económica, que comenzó a trabajar en octubre y que “antes de final de año” ya presentaba “conclusiones y líneas de acción para los siguientes meses”, recuerda un año después el alcalde. “Ha sido la estrategia para afrontar los retos de atender a las familias vulnerables, a la vez que se han ido proponiendo fórmulas para reactivar la economía: apoyo al sector cultural y audiovisual durante la Navidad, Carnaval o Fiestas de Mayo, unido a medidas de bonificación fiscal para pymes y autónomos, terrazas express, Bonos Consumo [un proyecto para incentivar compras al por menor y servicios en los que el Ayuntamiento y los particulares participan al 50 por ciento] y comunicación permanente con los sectores”, abunda Bermúdez.
Sostiene el alcalde que más de 300 empresas de la hostelería y el comercio —“simplemente teniendo en cuenta aquellas empresas que pudieron adaptarse a las herramientas normativas que pusimos en marcha”— han sobrevivido a las restricciones causadas por la pandemia y lideran las contrataciones en el municipio, lo que supone que estos dos sectores, claves en Santa Cruz, hayan recobrado el protagonismo perdido.