Nosotros también somos autores

Llevo veinte años en la profesión y nunca he estado asociada. No lo digo como mérito; es una de mis eternas asignaturas pendientes. Tengo la fotocopia compulsada del título y el formulario en casa desde hace meses, pero no encuentro el momento de rellenarlo y llevárselo a Mario Hernández Bueno, presidente de la Asociación de la Prensa de Las Palmas (quien merece un homenaje de los periodistas de Gran Canaria por haber mantenido el tipo durante años a pesar de nuestra indolencia).

No haberme asociado quizás sea otra más de mis deformaciones profesionales, por esa costumbre que tenemos los periodistas de contar las cosas de los demás y dejar las nuestras para después de cerrar la edición. Nosotros no hacemos huelgas, las contamos. Hace algunos años, en la primera huelga general contra Felipe González, una sindicalista me increpó por estar trabajando ese día y no en paro, como el resto del país. El fotógrafo que me acompañaba y yo le explicamos que la huelga la habíamos hecho la víspera y que por eso no había periódicos ese día. Además, ¿de qué les iba a servir protestar si nadie lo contaba?

Los periodistas estamos para contar lo que pasa. Muchos amamos nuestro oficio lo suficiente como para sacrificar el tiempo que haga falta con tal de hacerlo lo mejor posible. No reparamos en horas de espera; no nos importa hacer otra llamada más por si acaso, aunque sea la número 16, ni posponer nuestro día de libranza porque la actualidad lo exige. No cobré nada mis dos primeros veranos de prácticas y alguien me llegó a decir que yo debía incluso pagar por lo que estaba aprendiendo. Esto ocurría a finales de los años 80, en una época de vacas muy gordas para la prensa. “Como te gusta tanto este trabajo…”.

Si esto ocurría en una época de vacas gordas, qué no puede estar sucediendo ahora, en tiempo de crisis. Desde este punto de vista, el asociacionismo es ahora mucho más necesario que antes. Hay muchas cosas que podemos hacer los unos por los otros. Pero no es una tarea fácil. La palabra periodista sigue siendo un gran contenedor donde se meten profesionales de muy diverso pelaje. “Cualquiera puede ser periodista”, es una de esas frases que usamos con ironía cuando, desolados, contemplamos cómo personas ajenas al medio invaden nuestro territorio. Estas invasiones tienen que ver con la naturaleza de nuestro trabajo y en parte son hasta saludables.

Sería del todo imposible que yo pretendiera realizar el trabajo de un médico, de un profesor, de un albañil o de un arquitecto, pero cualquiera de ellos podría escribir en un periódico o hacer una entrevista en televisión ¿Por qué no? Conozco a un profesor que en lo suyo es un crack, pero que no es periodista, por mucho que él piense que una nota de prensa la hace cualquiera. Es habitual que organice reuniones científicas y que te diga que no te preocupes si no puedes mandar a nadie, que él te hace la nota. Y así se ahorra el gabinete de prensa, porque, total, eso lo hace cualquiera. Lamentablemente, el ejemplo no es una excepción y no hace más que reforzar la idea de que es necesario asociarse.

Pero yo, más que en unirse frente el exterior, veo la necesidad de hacerlo para el interior. No todo vale, aunque digan que el papel o la pantalla lo aguantan todo y cada vez parezca más que la única ley que rige es la de la selva. Pero eso tenemos que arreglarlo nosotros, por dentro, en casa. Una asociación de profesionales debe buscar, entre otros objetivos de índole más prosaico, el respeto de la sociedad. Eso no se logra si primero no nos respetamos entre nosotros mismos. Cómo es posible que sea una practica habitual en ciertos medios audiovisuales refritar noticias de prensa sin citar el origen. Algunos medios –y no hablo de pequeñas emisoras locales, sino de alguno de los grandes–, utilizan fórmulas como “hemos sabido”, para evitar decir que lo que se cuenta es una exclusiva de un compañero.

Tuve un director que decía que “no sólo hay que citar por elegancia, sino también por si acaso”. Prácticas como ésta del robo de noticias y otras como minusvalorar historias ajenas sólo porque no son nuestras no hacen sino echar piedras sobre nuestro tejado. Malos rollos hay en todas las profesiones y oficios, pero estos son nuestros. Ahora, con internet, el fusilameinto de textos ajenos ha alcanzado magnitudes estratosféricas. Puedes encontrarte con una información tuya, tal cual, metida en páginas web que ni conoces, con tus titulares, tus comillas y hasta con tus errores. No solo no te han pagado por tu trabajo, es que ni siquiera reconocen que no es suyo.

Vuelvo a lo de antes, a lo que decía de que nosotros no hacemos huelgas, sino que las contamos. Ahora escribimos sobre lo mal que lo pasan músicos y cineastas con la piratería en internet, pero no hablamos de lo mucho que nos piratean a nosotros. Cortes de radio, fotos o imágenes de TV pululan por la red sin firma de autor. De que ese autor reciba algún tipo de contraprestación por su trabajo, ya ni hablamos. Ahora que hasta se cuestiona si las peluquerías pueden poner música sin pagar derechos, no estaría mal que al menos nosotros diéramos importancia al hecho de que nuestro trabajo también tiene autor.

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