Habrá quien piense lo contrario, pero estoy convencida de que 2021 es un año que no debe caer en el olvido. A la hora de hacer balance en Lanzarote y La Graciosa, el año pasado significó el paso del cierre económico casi total al inicio de la recuperación económica, por lo que, después del sufrimiento y la incertidumbre, comenzó la vuelta a la normalidad en el seno de las familias y las empresas.
Creo que debemos tener muy presentes las dolorosas enseñanzas que nos ha reportado 2021. El planeta nos ha mostrado sus límites, la naturaleza no soporta tanta presión y la biodiversidad está amenazada. Al final, todos esos problemas afectan a los seres humanos y a la salud pública, como puso de manifiesto la pandemia, arrebatando infinidad de vidas y haciéndonos temer por nuestro futuro.
Pero, por otro, lado, la crisis sanitaria afloró lo mejor que cada persona lleva dentro, desde la solidaridad a la entrega y la generosidad, valores que hemos reconocido en nuestro personal sanitario, pues sus cuidados y su titánico esfuerzo aliviaron nuestro sufrimiento y alejaron nuestros miedos. Nunca les agradeceremos suficientemente lo mucho que hicieron durante esos meses tan difíciles.
Otra enseñanza es que hemos aprendido a pelear con una pandemia mundial que, durante meses, nos recluyó en nuestras casas y obligó al cierre de la gran mayoría de las empresas. Pero también hemos comprobado como los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo, los famosos ERTE, se han convertido en un mecanismo valioso e imprescindible para los trabajadores y las empresas en situaciones excepcionales.
El Gobierno de España, la Comunidad Autónoma de Canarias y el Cabildo de Lanzarote también habilitamos ayudas directas a las empresas y a los trabajadores autónomos para que pudieran superar mejor la tremenda crisis económica ocasionada por la emergencia sanitaria. Junto a otras medidas, hicieron posible que resistieran hasta que llegaron las vacunas y la vida recobró poco a poco la normalidad.
El conocimiento científico nos trajo el antídoto y, poco a poco, la gente volvió a viajar, se recuperó el tráfico aéreo y reabrieron las empresas. En una isla como Lanzarote, tan dependiente del turismo y donde casi todos los bienes de producción y consumo llegan del exterior, con el reinicio de los viajes recuperamos no sólo la actividad empresarial, sino la vida misma.
Afortunadamente, la recuperación económica ha sido muy rápida y muy pronto empezamos a aproximarnos a las cifras de actividad económica y de empleo anteriores a la pandemia. Mes tras mes, hemos ido recuperando la conectividad con los aeropuertos europeos, los trabajadores y trabajadoras fueron saliendo de los ERTE y las empresas han ido recobrando músculo.
Pero, a pesar de la rápida reactivación, somos conscientes de que la isla tiene importantes desafíos por delante. El calentamiento global y el cambio climático nos obligan a actuar con rapidez y determinación a escala local, por lo que debemos afrontar sin pausa una transición ecológica que nos conduzca a la soberanía energética con fuentes renovables. La profundización en el desarrollo sostenible es inaplazable, lo sabemos.
Para el sector turístico de Lanzarote hay áreas de trabajo inaplazables, como la sostenibilidad, la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, pensar en la creación de valor y no sólo en la rentabilidad, la innovación, la transformación digital o la creación de nuevos productos y experiencias. Estos retos reclaman que los poderes públicos y a la iniciativa privada trabajemos juntos y de manera coordinada.
Aspiramos, en definitiva, a seguir mejorando nuestra principal industria y fuente de empleo, por lo que, en los próximos años, el turismo tiene mucho que aportar hacia el futuro inmediato de la isla. Estoy segura de que lo hará como en otras ocasiones: colocándose en vanguardia, lo que requiere impulsar a Lanzarote como Destino Turístico Inteligente.
Este concepto engloba un destino innovador, con una infraestructura tecnológica puntera y que facilite la interacción del visitante con el entorno, incrementando así la calidad de su experiencia en el destino. Al mismo tiempo, queremos que Lanzarote sea un destino seguro y conectado, que huya de la masificación, con visitantes con mayor capacidad de gasto en la isla y más respetuosos con el entorno, y todo ello para generar mayor riqueza.
Esta aspiración no es nueva, puesto que hunde sus raíces en la relación que establecimos en Lanzarote entre el ser humano, el arte y la naturaleza hace más de 50 años, de la mano de César Manrique. Lo hicimos en su día poniendo en valor el paisaje y los atractivos naturales, lo que nos proyectó a escala internacional, propició la adaptación de la isla al mundo moderno y garantizó a la población una calidad de vida nunca antes conocida.
Ahora nos corresponde renovar la ilusión con la que el artista nos llamaba a ser conscientes del sorprendente valor de nuestra isla, de su singularidad, de su carácter extraordinario. Eso sí, desde la profunda convicción de que Lanzarote tiene una capacidad de acogida que no debemos sobrepasar para seguir garantizando la calidad del destino.
Para que todo ello sea posible, debemos adaptarnos a los cambios con rapidez para seguir disponiendo de una industria turística estable y con empresas fuertes y competitivas. Sólo así podremos conseguir una isla más sostenible e inclusiva, con una economía más productiva y una sociedad más cohesionada.