El Carnaval recupera imagen con el ‘fichaje’ de Carlinhos Brown

Santa Cruz de Tenerife volvió a colocarse en 2005 en la primera división de la música latina gracias al ‘fichaje’ de Carlinhos Brown, que escribió otro capítulo en la historia de la fiesta, años después del récord Guinness que co-protagonizaron en 1987 Celia Cruz, Billo´s Caracas Boys y los 250.000 amantes del Carnaval que se adueñaron de la plaza de España.

No había terminado la Navidad y el Carnaval 2005 tocó a la puerta, lo que provocó, junto a las bajas temperaturas, que en más de una localidad del Norte de Tenerife se suspendieran algunas celebraciones por la virulencia del viento y la lluvia. Fue el caso, por ejemplo, del tradicional maratón Mascarita Ponte Tacón, en Puerto de la Cruz. En esta edición, dedicada a los grandes musicales de Broadway, además de Carlinhos Brown, Santa Cruz también recibió la visita de Paloma San Basilio, quien, junto al bahiano, dieron forma al espectáculo inaugural, un híbrido entre el clásico musical y el ritmo de samba que logró desclavar las butacas del teatro Guimerá. Al término de la fiesta, la visita de Carlinhos Brown demostró que fue la primera incursión en la organización chicharrera de Bruno Piqué, el concejal más joven de la corporación de Miguel Zerolo, quien vino a sustituir a José Carlos Acha después de cuatro discutidos años al frente de Fiestas.

Como muchos amantes del calor de la percusión, el concejal que promovió en el equipo de gobierno de Miguel Zerolo el fichaje de Carlinhos Brown no era partidario de encerrar al artista bahiano entre las cuatro paredes del teatro Guimerá. Precisamente esta decisión, sólo imputable al director del espectáculo, Jaime Azpilicueta, se convirtió en el primer conflicto entre el responsable político y el artístico, con la insalvable diferencia de que el primero es el que designa al segundo; claro está, cuando no hay un compromiso a priori, como sucede en este caso, precisamente entre el propio Azpilicueta y Zerolo. Pero eso ya será objeto del anuario 2006. El Carnaval 2005 también permitió poner el punto y final en el intento del ayuntamiento por reflotar el Entierro de la Sardina que, en el año anterior, deparó un enfrentamiento abierto entre la organización y los defensores de la tradición.

En esta edición, el secuestro de la Sardina inventado por la murga Mamelucos le salvó la imagen a la organización y puso cordura. Después del debate entre la fecha más idónea para el funeral, el Miércoles de Ceniza, como marca la tradición; o el Viernes de Piñata, como defiende la organización en aras de cosechar mayor presencia, el conflicto se resolvió de forma salomónica: tres días, el cese del concejal y la vuelta a empezar de cara a 2006. De resto, la organización se caracterizó en la época de José Carlos Acha por establecer un calendario que parece ser el resultado de la política de la hoja de calco.

En las últimas décadas, cada concejal ha dejado su impronta según el mimo con el que ha tratado a un asunto o una modalidad. A Maribel Oñate, concejala que con ocho años mantiene el récord al frente de la organización, se la recuerda por la promoción exterior del Carnaval (no en balde fue durante su mandato cuando se vendieron por 75 millones de pesetas los primeros derechos de imagen, a Antena 3). Dámaso Arteaga, durante sus seis años de gestión, dio el impulso definitivo a las murgas y José Carlos Acha lo intentó, en cuatro ediciones, con las rondallas. Su verdadera apuesta se vino a materializar este año, en 2005, pero no sólo es que le faltara tiempo al frente de la Concejalía para consolidar su esfuerzo, sino que, además, las condiciones meteorológicas deslucieron y restaron argumentos en la instalación de una concha en la plaza de España. Mejor hubiera sido un paraguas, máxime cuando la capital cuenta con un icono de la Cultura de vanguardia como es el Auditorio de Tenerife.

Mientras en Las Palmas se ha trabajado a destajo por incorporar elementos que contribuyan a imprimir un estilo propio a una fiesta que surgió en 1976 de la mano de los grupos chicharreros, a Santa Cruz le falta apostar por sus géneros propios. Es como si sus gestores temieran que impulsando a una modalidad en particular se rompiera el fiel de una balanza que se levanta sobre una urna. Por el contrario, Gran Canaria cuenta con un género propio que la caracteriza, la Gala Drag Queen, un festival que viene a suplir el ninguneo que reciben allí las murgas locales y la carencia de otros géneros como las rondallas o el intento por implantar las comparsas.

Antes de que la capital tinerfeña celebrara en 1965 su primera gala para elegir a la soberana del nuevo Carnaval, la fiesta ya tenía reina. O mejor, reinas: las rondallas, el género tradicional que desbordó de lírica la plaza de toros hasta que Manuel Monzón descubrió en Río de Janeiro las comparsas e importó este género para Tenerife. Ya en los últimos años de los sesenta se dejó sentir este trepidante ritmo, que se consolidó como género estrella en los setenta hasta que, a partir de 1984, quizás con el pulso a dos de Mamelucos y Singuangos, las murgas demostraron que no eran precisamente murgas, según el concepto tradicional.

La era de las murgas

Ahora, en el despegue del Tercer Milenio, las murgas viven una etapa de esplendor que amenaza con desplomarse, como si del mayor gigante se tratara, a menos que alguien ponga cordura. Todo pasa por recortar la final a siete participantes, para evitar que el peso de la velada termine por agotar al aficionado. La plaza de España, testigo de excepción de las veladas más multitudinarias de Santa Cruz y que ahora parece que se despide hasta que terminen las anunciadas obras, también sabe de interpretaciones magistrales de estos grupos que entusiasman y que despiertan pasiones, como se demostró este año a pesar de la indisimulable ausencia de Singuangos, la murga de El Monturrio que era capaz de cantar sobre un escenario lo que otros no se atrevían a denunciar sobre la tribuna de un parlamento.

En Santa Cruz, las murgas adultas son las reinas. Parecen las estrellas de la canción de febrero. A distancia las sigue la gala de elección de la reina y, en tercer lugar, las comparsas, un género llamado a más, como quedó de manifiesto en 2005 gracias al espectáculo callejero de sambas que organizó, también como intromisión, Bruno Piqué. Como si fuera una regla de tres, si el más difícil todavía del éxito del concurso de murgas pasaría por celebrarlo la noche de un sábado con siete finalistas, las comparsas harían las delicias de un Carnaval imposible si centraran sus esfuerzos sólo en el concurso de Ritmo y Armonía y dejaran de lado las actuaciones sobre escenario.

Frente al modelo chicharrero, la fiesta de Las Palmas acapara las informaciones periodísticas con su Gala Drag-Queen, género rey en Gran Canaria, al que sigue, a muchos enteros de distancia, la elección de la soberana y, en un tercer lugar de consolación, las murgas. De ahí, que los ganadores de Las Palmas sueñen con tener un día la relevancia que cosechan sus homónimas en Tenerife cuando comparten escenario en Candelaria y, por un día, creen que tienen el mismo nivel. Mientras, en el norte de Tenerife o incluso en Lanzarote, son las murgas las que se mantienen como el referente del Carnaval local, protagonizaron los concursos más destacados.

Algo similar ocurre con la exhibición que se desarrolla en Los Llanos de Aridane, mientras se espera la irrupción de una cuarta murga que les permita subir el listón y añadir una dosis de emoción para convocar un concurso propio. En El Hierro y La Gomera, poco a poco los murgueros han ido cediendo a las presiones de aquellos que entienden la vida en clave de política. Así, el género se ha extinguido en la Isla del Meridiano, mientras que los gomeros intentan defender su ilusión como pueden.

Para los más de 80 grupos del Carnaval de Santa Cruz, especialmente para las murgas y comparsas, las carnestolendas que se organizan en el resto de la Isla suponen una importante fuente de ingresos, pues gracias al esfuerzo que realizan para preparar sus repertorios y sus fantasías luego son invitados a amenizar el resto de galas en localidades como Candelaria, Los Cristianos, Los Gigantes, Tacoronte, La Orotava, Puerto de la Cruz, Icod de los Vinos o Los Realejos, ante el tímido esfuerzo lagunero por incorporar en los últimos años el Entierro de la Sardina, en La Verdellada.

En medio de este frenesí del Carnaval, Santa Cruz de La Palma defiende su fiesta de Los Indianos, pese a otros intentos por desvirtuar la tradición, como ocurrió con mayor ahínco este año desde Las Palmas; o los carneros que se recuperaron en el Valle de El Golfo, en El Hierro, en los años setenta; o el aquelarre de las burras que se representa desde 1991 en Güímar para escenificar el pulso entre la Iglesia y los espíritus de las brujas que parecen habitar en los cuadrúpedos.

Facebook
Twitter
LinkedIn
COrreo-e
Imprimir

Patrocinadores

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad