El sistema educativo es algo complejo. Son muchas las variables que intervienen en él y además, en la práctica, resulta imposible conseguir que esas variables encajen perfectamente sin que surjan situaciones más o menos problemáticas. Y eso es así, principalmente, porque no existen leyes científicas que hagan que todo pueda ser controlable.
Hablar del sistema educativo en términos generales resulta sumamente complicado y puede que todo quede en expresiones vacías o retóricas. Para intentar acotar lo que quiero tratar, me voy a centrar en algo que conozco un poco mejor. Me refiero a una de las materias que más dificultades presenta a una buena parte del alumnado: las matemáticas. No pretendo mostrar varitas mágicas que resuelvan los problemas que tiene su enseñanza y su aprendizaje, sino sólo exponer algunas enseñanzas que he conseguido aprender por el método que más solemos usar los que nos dedicamos a enseñar: ensayo, error, corrección y vuelta a ensayar hasta ir afinando las estrategias. Por tanto, no dispongo de un modelo teórico que avale lo que diré. Solo el de una docencia comprometida y práctica.
Una de las fuentes del rechazo a las matemáticas (para mi la principal), se encuentra en lo que suele conocerse por “falta de base”. Me explico. Los escolares, en sus primeros años, disfrutan con todas aquellas actividades que están relacionadas con esta materia. Esto lo demuestran las muchas investigaciones realizadas y contrastadas. Además, los maestros dedicados a enseñar en esas edades (que llega a los primeros cursos de primaria), suelen ser personas creativas que utilizan recursos lúdicos para enganchar a sus alumnos. Y todo funciona bien en esos primeros años hasta que un mal día, en un curso indeterminado, algún profesor utiliza una frase fatídica que marca el comienzo del calvario de muchos alumnos. Es cuando el maestro les dice algo así como: “Bien, como ya saben de cursos pasados…”.
Pero resulta que eso que debe saber de años anteriores no lo sabe porque no se acuerda, no se lo enseñaron de manera significativa o, sencillamente, no lo vio. Si el maestro no comprueba que, en efecto, lo sabe y no se para al comprobar que muchos lo ignoran sino que sigue adelante, entonces se pone la primera piedra de la mole que cada vez pesará más en la mente de los alumnos. A veces se les considera culpables por no saberlo cuando en no pocos casos son más bien víctimas. Por otro lado, hay quien estima que pararse a recordar esos conceptos “es una pérdida de tiempo”.Creo que no es así. Seguramente podrá después avanzar más deprisa. Los profesores debemos ser conscientes de este problema e insistir hasta conseguir que los alumnos aprendan los elementos básicos con seguridad y agilidad. También los padres juegan en este cometido un papel importante.
Otra fuente de desánimo de muchos estudiantes en el estudio de las matemáticas está centrada en su alto grado de abstracción a partir de ciertos niveles. Es necesario mostrar a los alumnos esa característica inherente de esta materia, pero también debemos hacer esfuerzos para utilizar modelos reales que hagan significativo su aprendizaje. Y aquí es preciso recalcar la necesidad de enseñar a los alumnos a trabajar los problemas de matemáticas hasta crear el hábito en ellos. No se trata sólo de hacer ejercicios rutinarios de aplicación de una fórmula o de un procedimiento explicado, sino de plantear situaciones en las que sea necesario realizar deducciones y apelar a conocimientos y situaciones resueltas con anterioridad. Esa acumulación de ideas y estrategias es fundamental, no solo para avanzar con seguridad en el conocimiento matemático, sino que le ayudan a desarrollar y ordenar su capacidad de raciocinio.
Por otra parte, el profesor debe tener conocimiento de muchas estrategias para utilizar en cada tema. No existen métodos universales y ni estrategias infalibles y desde que se implantó la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) quedó de manifiesto con más claridad aun el siglo de retraso que lleva la Universidad en lo que se refiere a la formación inicial del profesorado de Secundaria. Lo que ha hecho y sigue haciendo es formar a licenciados que luego se dedican a enseñar con un profundo conocimiento de la materia… pero con escasos recursos didácticos. Mientras los alumnos accedían a la enseñanza secundaria con el filtro que suponía culminar con éxito la Primaria, las cosas funcionaron más o menos bien, pero la LOGSE creó la ESO al mismo tiempo que amplió la enseñanza obligatoria hasta los 16 años y encomendando la docencia de este nivel a los licenciados.
Mientras los licenciados compartían docencia con los maestros de la antigua EGB se aliviaba parte del problema, porque se trata de profesionales con experiencia y recursos didácticos. Pero el proyecto de nueva Ley de Educación (LOE) adjudica este nivel exclusivamente a los licenciados, con lo que preveo que la situación va a empeorar, pues se sigue sin formar adecuadamente a los profesionales que han de atender este nivel. Y aunque hay otros factores que han influido en que la ESO sea la peor parada del sistema LOGSE, es el profesorado, con su dedicación y profesionalidad, el que está salvando la situación. Y lo hace bien con su trabajo coordinado en el Departamento del centro o bien en instituciones como la Sociedad Canaria Isaac Newton de Profesores de Matemáticas que, desde su creación en 1978, ha tratado de aportar soluciones e iniciativas para mejorar la enseñanza y el aprendizaje de las Matemáticas.
El trabajo desarrollado por la sociedad Isaac Newton fue reconocido por el Gobierno de Canarias al otorgarle la Medalla de Oro de Canarias en 2003, con motivo de los veinticinco años de realizar esa labor. El mérito de esta distinción lo acreditan la realización de veintitrés congresos autonómicos y dos nacionales centrados en la enseñanza y el aprendizaje de las matemáticas, que han permitido que los profesionales conocieran los trabajos de muchos investigadores y profesores españoles y extranjeros, la organización de dieciocho torneos matemáticos entre escolares de catorce años, la edición del número sesenta de la revista Números, el desarrollo de cursos, seminarios, encuentros (algunos nacionales), etc. Toda esta actividad ha significado una inestimable ayuda para que los profesores hayamos podido conocer e intercambiar métodos y estrategias didácticas.
Facultades sin alumnos
El 2000 fue el Año Mundial de las Matemáticas. Fue una feliz iniciativa de la Unión Matemática Internacional que contó con el apoyo de la Unesco. Uno de los aspectos sobre los que reflexionó, porque preocupaba y mucho, fue acerca de la alarmante disminución de alumnado en las Facultades de Matemáticas. La situación no ha mejorado. Se ha creado una Conferencia de Decanos que busca soluciones. En la Universidad de La Laguna se están haciendo campañas de información y sesiones de puertas abiertas para dar a conocer a los bachilleres las características y posibles salidas de la licenciatura. Creo que esta es una de las claves: la licenciatura de matemáticas se asocia solo con la docencia cuando existen otras posibilidades que, por otro lado, la Facultad debe ampliar y dar a conocer. Porque es evidente que el aumento de oferta con carreras del tipo de ingenierías o de informática ha propiciado ese retroceso. Los alumnos buenos en matemáticas, salvo que tengan una manifiesta vocación docente, prefieren esas salidas porque les posibilita encontrar trabajo fuera de la enseñanza con más facilidad.