Ciudadanos con derecho a informar

Sabemos que no vamos a poder ilustrar este texto con un vídeo, ni compartirlo en una red social para ‘vuele’ por la red. Por mucho que golpee con el dedo estas líneas no se abrirá ante usted un nuevo libro y jamás podrá escuchar nuestra voz a pie de página. Las condiciones de este Anuario nos hacen renunciar por un momento a esos recursos, aunque somos conscientes de que el periodismo actual no puede entenderse sin ellos.

Las nuevas tecnologías han cambiado radicalmente la forma de consumir información. No ver eso a estas alturas es casi como estar ciego. Los implacables análisis de las audiencias, cada vez más transparentes y precisos, revelan un proceso imparable de pérdida de protagonismo de los periódicos frente a internet: baja o se estanca la difusión de los primeros, mientras aumenta el número de horas que pasamos delante del ordenador. En Tenerife, sin ir más lejos, hay al menos un diario cuya edición web ya tiene más seguidores que su versión en papel. ¿Alguien duda todavía de dónde se jugará el futuro de la prensa?

El salto al periodismo digital es ahora una necesidad. La aparición hace quince años de los primeros cibermedios marcó un antes y un después en la historia de la comunicación. Y ha llovido mucho desde entonces. Lo que comenzó como una traslación de las ediciones en papel a la red, pronto se convirtió en información actualizada al minuto. La incorporación de materiales multimedia contribuyó a enriquecerlos cada vez más, creando monstruos audiovisuales que poco a poco fueron aunando prensa, radio y televisión en un único soporte. Sin embargo, todavía había que dar un gran paso: asumir que el receptor ha dejado de ser un ente pasivo al que no le queda otro remedio que tragar lo que le cuentan unos pocos.

La audiencia ahora quiere –y puede, porque se lo permite la tecnología– participar. Empezando por lo más básico: la posibilidad de comentar y ampliar una noticia, algo que ha dejado de ser un derecho exclusivo de los profesionales del sector. Sin embargo, muchos medios tradicionales de Canarias permanecen todavía anclados a la primera etapa de la irrupción de la prensa en internet, a ese modelo en vías de desaparición –revolucionario en su día– que vio la luz hace tres lustros: el medio digital entendido como un calco del papel, estático y con la fecha de caducidad fijada incluso antes de su publicación.

Hoy todo está cambiando. La entrada de la audiencia en el proceso informativo ha hecho posible algo impensable hace sólo unos años: la noticia no muere una vez ha sido publicada, sino que se enriquece. El usuario tiene ahora los recursos para expresar su opinión sobre los contenidos que recibe, aportar nuevos datos, rectificarlos, transformarse en creador de información y, en definitiva, contribuir a la generación de una visión plural de los acontecimientos. Ya no hay un único color del cristal.

Éste es precisamente el origen del llamado periodismo ciudadano o participativo, un modelo que desde hace tiempo han empezado a incorporar a sus ofertas los digitales más visitados de España (la sección Yo, periodista de elpais.com es un ejemplo) y que constituye la esencia de
loquepasaentenerife.com. Nos consta que muchos profesionales de la comunicación todavía recelan de este formato, algo que quizá se debe al miedo a perder el espacio que han ocupado durante décadas o a un profundo desconocimiento.

De hecho, en ocasiones se nos ha reprochado que nuestra labor consista “en publicar tal cual todo lo que la audiencia nos envía”. Nada más lejos de la realidad. Los contenidos basados en la participación son el resultado de la colaboración entre una redacción con algo de experiencia y un vecino al que le apetece contar lo que ve en su entorno más inmediato. Estas cosas, hasta ahora casi siempre relegadas a una noticia breve, también preocupan, interesan, enfadan, entretienen o llaman la atención. Al final, con el material que recibimos (muchas veces sólo un par de fotos acompañadas de un pequeño texto) hacemos lo mismo que aprendimos cuando trabajábamos en un periódico, cumplir con los principios universales de esta profesión: garantizar la veracidad de los hechos y construir la información respetando unas normas de estilo.

Por supuesto, el debate sobre el periodismo ciudadano está abierto, entre otras cosas porque hay quien considera que cualquiera no puede equipararse a un profesional de los medios. Nosotros creemos que con el apoyo de una redacción la fórmula es totalmente viable; es más, resulta plenamente periodística. Prueba de ello es que después de ocho meses gestionando la web nos enorgullece asegurar que la mayoría de las crónicas que hemos recibido y luego publicado tiene un grado de ejecución más que aceptable. Si no fuera así, resultaría difícil entender que muchas de ellas hayan sido reproducidas, en ocasiones sin citarnos como fuente, por varios medios de Tenerife. Nuestros vecinos reporteros y nosotros debemos estar haciendo algo bien.

Por tanto, mientras se ejerza con el rigor que exige la profesión, en la red se puede hacer buen periodismo. Abrir una web informativa a la participación de la audiencia no tiene por qué ser incompatible con la calidad ni con la credibilidad. Un asunto distinto es que la libertad que se respira en internet, reflejada en una cada vez menor influencia de las agendas oficiales, resulte a veces incómoda para algunos políticos, instituciones, agentes sociales, medios ya asentados e incluso grandes empresas de Canarias. Pero la solución para eso se antoja imposible: no hay más salida que aprender a convivir en el nuevo contexto de la comunicación.

Hay algo más. La audiencia se está mudando en masa a la prensa digital y detrás de ella irá, inevitablemente, la publicidad. El fenómeno no es extraño, ya que los anuncios son mucho más baratos y la segmentación de los clientes es increíblemente precisa. Esto representará una oportunidad para los pequeños medios locales, sobre todo para los que demuestren una mayor capacidad de adaptación y sepan explotar su talento. El periodismo en internet, participativo o no, será dentro de muy poco –si no lo es ya– la alternativa más rentable.

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