Más glú-glú y menos blá-blá

La frase que nos citó este dirigente de una empresa que ha logrado el éxito de Silicon Valley nos viene muy a cuento porque resume perfectamente lo que ha pasado con el sector de la investigación y el desarrollo en las Islas. Es decir, que se habla mucho, que sirve de adorno para los discursos políticos y empresariales cuando se mira al futuro de este archipiélago oceánico atlántico y ultraperiférico en el que vivimos. Pero, tras tantas palabras, se esconde un tímido y tardío -a veces parece que incluso intencionado- arranque de la reacción institucional que ni los investigadores ni la sociedad acaban de percibir.

Las cifras de I+D de Canarias siguen siendo de las más bajas del país con un 0,6 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB), lo que supone la mitad de la media estatal… que a su vez es la mitad de la europea de los 25. Estas cifras no se logran remontar pese al incremento presupuestario de los dos últimos ejercicios. ¿Cuál es la causa? Expertos y administraciones coinciden en la falta de un sector privado en la I+D en las Islas. Dicen que las empresas no se han dado cuenta de que este sector puede ser muy beneficioso y necesario. Pero, ¿se han arbitrado los mecanismos necesarios para que los empresarios canarios arriesguen su dinero en innovación?

En un momento de crisis financiera mundial como el que vivimos, muchos expertos aseguran que la única manera de que Canarias tenga un futuro esperanzador más allá del monocultivo del turismo y del hipersubvencionado plátano está en la I+D. El propio presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, así como el director de la Aciisi, Juan Ruiz Alzola, reiteran en cada discurso eso de “el futuro de Canarias pasa por la innovación o no será”. Y apuntan frases tan contundentes como “nos jugamos el futuro de Canarias y es imprescindible que sea a través de la I+D”. Sin embargo, en un momento de crisis, el Gobierno de Canarias apoya los sectores que han generado la falta de alternativas en Canarias: la construcción y el turismo.

Para ello, desde el Ejecutivo regional anuncian una Ley de Medidas Urgentes que pone en peligro la sostenibilidad medioambiental del Archipiélago a la vez que vuelve a premiar a aquellos que causaron la crisis. ¿No sería éste un buen momento para potenciar la ciencia como recurso económico? Muchos ven en la Zona Especial Canarias (ZEC) y en la Reserva de Inversiones de Canarias (RIC) adecuados instrumentos para que los empresarios se animen. Pero es necesario algo más que el ánimo. Una buena idea sería obligar a invertir un pequeño porcentaje del dinero que se beneficia de estas ventajas en I+D. Algo que se ha planteado en reuniones técnicas, pero que no se ha llegado a materializar nunca.

Hay importantes oportunidades de negocio que se han dejado escapar. Un ejemplo claro es el caso de la creación de una potente industria relacionada con la construcción de telescopios al amparo del éxito internacional del IAC. Desgraciadamente, de los más de 130 millones de euros que se llevan las empresas que construyen el Gran Telescopio Canarias (GTC), prácticamente ninguno ha terminado en las Islas porque, pese a que el consorcio Grantecan lo intentó, los empresarios canarios no quisieron invertir. Ahora, las empresas españolas que sí se atrevieron están ganando mucho dinero en el mercado internacional de los instrumentos astrofísicos. ¿Se va a seguir desperdiciando esta oportunidad ahora que se plantea construir el megatelescopio europeo de 40 metros también en La Palma?

En todo este panorama, parece que se empieza a ver alguna actividad institucional de apoyo a la I+D a través de la Aciisi, una agencia dependiente directamente de Presidencia y que para 2009 duplica presupuesto, pasando de de casi 52 millones de euros en 2008 a más de 108 millones de euros, lo que supone un incremento del 110 por ciento. El máximo responsable de esta agencia es Juan Ruiz Alzota y destaca que “estas cifras demuestran la implicación del Gobierno de Canarias en estas políticas”, con el objetivo de fomentar la economía basada en el conocimiento. En este presupuesto se incluyen los 8,5 millones de euros que se lleva el Instituto Tecnológico de Canarias (ITC) que, siguiendo el Plan Canario de I+D+i, se debe adscribir a esta Agencia en vez de a la Consejería de Industria del Gobierno de Canarias. Es una buena noticia, pero duplicar algo que estaba bajo mínimos es relativamente sencillo.

La mayor parte de este dinero se destinará a mantener y potenciar los programas que se han iniciado en el año 2008, especialmente aquellos que pretenden involucrar a las empresas privadas con la emisión de bonos tecnológicos, con la ampliación de las convocatorias de contratación de personal para que este sector se incluya y con la formación de los ya famosos 7.000 gestores de la innovación en Canarias con los que pretende transmitir una cultura científica en todos los ámbitos. Otra de las apuestas del Gobierno de Canarias es la potenciación de Parques y Espacios Tecnológicos de los que aún no hay ninguno en Canarias y que, a juicio de Juan Ruiz Alzola, “son fundamentales para lograr la transferencia tecnológica desde el ámbito universitario al empresarial”.

En definitiva, proyectos y dineros que podrán plasmarse en resultados en breve siempre que nos dediquemos al glú-glú y no al blá-blá.

Investigación precaria

Los investigadores en Canarias siguen dependiendo de becas, convocatorias públicas y de sistemas precarios para poder avanzar. Sólo hay dos instituciones en las Islas cuyos investigadores no tienen la obligación de dedicar la mayor parte de su tiempo a la docencia: el Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA), dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC). El resto de centros que hacen investigación de calidad dependen de las dos universidades canarias, en las que ya no hay ni medio euro para nuevas contrataciones ni para plazas laborales de trabajo. Como las empresas privadas no se han lanzado a la I+D, se da la circunstancia de que Canarias asiste a la formación (y con dinero público) de la juventud más preparada de su historia para que, luego, estos jóvenes tengan que dedicarse a trabajos muy por debajo de su cualificación. O lo que es peor, que se ‘regalen’ tecnólogos altamente cualificados y formados a otros países que sí los contratan para que, además, sus resultados científicos computen por esos países que no se han gastado ni un euro en formarlos.

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