Muchas televisiones para pocos telespectadores

El panorama televisivo en Canarias, edificado sobre la puesta en marcha de los nuevos canales concedidos hace poco más de un año, no ha aportado nada nuevo que merezca una significación especial. Una vez designados los operadores de las cadenas regionales, insulares y locales, la realidad es que los telespectadores siguen sin prestarles atención. Los programas que mantienen una posición de liderazgo en el espectro de audiencia de las Islas siguen siendo los mismos.

Nada cambia en las preferencias televisivas de los canarios. Los programas–líder se repiten año tras año y son, fundamentalmente de ámbito estatal. Y de la misma manera, los espacios pergeñados para el consumo local con más seguimiento continúan con el mismo nombre y apellidos (En clave de Ja, La bodega de Julián, etc.), además de incorporar al aumento de espectadores de Televisión Canaria las retransmisiones de los partidos de fútbol de Primera División de los sábados… aunque duplica la oferta de La Sexta, con lo que no existe exclusividad de la señal y, por lo tanto, la fidelización de la audiencia no es todo lo buena que debiera ser, por lo menos a tenor de la inversión pública en la experiencia de ofertar al consumidor un partido que también lo retransmite la cadena privada estatal.

Sin embargo, el poco seguimiento de las televisiones de ámbito canario probablemente no radica en la calidad de sus productos –que también–, sino en una lucha absurda en un intento de competir con programas con solera de las televisiones generalistas y que repiten, una y otra vez, la misma fórmula. ¿Cómo es posible que las cadenas regionales, insulares y locales quieran competir con formatos ya inventados y que funcionan a nivel estatal con millones de espectadores y una puesta en escena muy cuidada? ¿Es ese el papel y destino de estas cadenas del ámbito canario? No, no y no. Ningún televidente de las Islas va a cambiar de canal para ver, por ejemplo, un magazine matutino de una cadena local frente al despliegue que ofrecen las televisiones generalistas.

Y es que no parece que la repetición, en ocasiones provinciana, de esos archiexplotados formatos sea la clave para elevar el seguimiento de las televisiones locales, que por otra parte adolecen de guionistas capaces de entusiasmar a una audiencia demasiado fragmentada con nuevas propuestas de programas. Y esta realidad, marcada también por la crisis, no consigue captar mecenas publicitarios que puedan permitir un mínimo desarrollo de la industria audiovisual en Canarias. Tal vez sería preferible apostar por diseños muy locales, fundamentalmente informativos y muy ligados a la denuncia ciudadana, y rebajar las pretensiones de conquistar un mercado –que supongo que tarde o temprano lo habrá– que no está precisamente para muchas alegrías.

La sumatoria de pequeñas campañas y un esfuerzo ímprobo por modernizar determinadas estructuras de comunicación audiovisual, con fórmulas imaginativas y muy cercanas, podría constituir el inicio de una producción televisiva divertida y seria que lleve a este nuevo aluvión de televisiones en Canarias a buen puerto. El empecinamiento en la soledad y la ausencia de colaboraciones puntuales en materia de producción sí llevaría, con total seguridad, a la afirmación de que hay demasiados canales de ámbito local para una audiencia fuertemente influida por las cadenas generalistas de ámbito nacional y fragmentada hasta la locura, amén de las dificultades técnicas de la implantación de la TDT en Canarias.

Y todo esto a la espera de que irrumpan –supongo que en época cercana a las elecciones locales y autonómicas– las televisiones públicas de los Cabildos y ayuntamientos de las Islas. Es previsible, por lo tanto, que se levantarán sobre la premisa básica del servicio público, con lo que las apuestas privadas, algunas de ellas con fuertes inversiones, tardarán más aún en ver la luz al final de un túnel que se alargará en exceso. Y, claro, para poner la guinda a este pastel de Babel, algún que otro grupo mediático de factura estatal ha desenvainado sus lenguas y sus plumas, zaheridos por no seguir en la cresta de los favores políticos del ente Radiotelevisión Canaria (RTVC), aunque al final, aunque haya sido por decreto casi presidencial le correspondieran los dos programas más vistos de la cadena autonómica, arriba citados, con la condición, supongo que implícita, de dejar de dar el coñazo.

Para rematar el año, una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Canarias invalida el concurso de las TDT privadas que ya habían sido otorgadas, una nueva barrera que no se sabe cómo acabará. Y eso que en Canarias hay un aluvión de televisiones que el tiempo irá dejando en la cuneta. Porque como decía Celia Cruz, pero al revés, no hay telespectadores para tanta cadena. Hasta el año que viene… y que ustedes lo vean bien. Vean lo que vean y elijan lo que elijan.

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