Canarias registró en el año 2009 la menor afluencia de inmigrantes por vía marítima de la última década. Sin embargo, en medio de este pronunciado descenso en la llegada de pateras y cayucos, sus costas volvieron a convertirse en tumba para 25 personas que el 15 de febrero se hundieron con sus sueños a unos metros de la orilla de Lanzarote. Fue, además, una tragedia con rostro de niño, ya que 18 de los fallecidos eran menores.
Nunca antes de ese 15 de febrero la zozobra de una barca había dejado tantos cadáveres en las Islas desde que hace poco más de una década, en julio de 1999, tuvo lugar el primer naufragio de una patera. Fue en la Playa de la Señora, en el sureste de Fuerteventura, y en él fallecieron nueve personas. Por ello, la catástrofe de Lanzarote marca un año 2009 que se cerró además con la aprobación de la cuarta reforma de la ley de Extranjería, con mención a la situación de los menores extranjeros que aún siguen en los centros de Canarias, pero sin aclarar la hoja de ruta para su traslado a la Península. Asimismo, desde el Archipiélago dio la vuelta al mundo otra noticia relacionada con la inmigración: la de Abdoulaye Coulibaly, que quedará para la historia como el primer negro albino en convertirse en refugiado en España. Hasta ahora, la Oficina de Asilo y Refugio del Ministerio del Interior jamás había concedido un estatuto de refugiado a un inmigrante por esta condición: ser albino.
Si algo ha demostrado el fenómeno de la inmigración clandestina por vía marítima en Canarias, y en todo el mundo, es que se trata de una realidad en constante evolución y en la que los pronósticos se convierten rápidamente en papel mojado. La Comunidad canaria y sus políticos tienen una experiencia muy cercana en este sentido. A finales de 2005 arribaron a las Islas menos de cinco mil personas a bordo de pateras, lo que suponía un descenso de casi el 50% respecto al año anterior. Con este dato, algunos –como el entonces delegado del gobierno en Canarias, José Segura– lanzaron las campanas al vuelo augurando un continuado descenso de los flujos clandestinos hacia el Archipiélago. Pero 2006 tiró por tierra cualquier teoría política y batió todos los récords con la aparición de los cayucos desde Mauritania y Senegal que trajeron hasta las islas casi 32.000 personas a bordo.
Con todo esto, y siendo conscientes de que este fenómeno está fuera de cualquier teoría matemática, no deja de sorprender el desplome registrado en 2009. El año pasado Canarias cerró con apenas 2.200 africanos interceptados en sus costas, lo que supone un descenso del 77% respecto a los más de nueve mil de 2008 y la cifra más baja de la última década. Si se considera la cifra de embarcaciones, la comparación también resulta positiva, pues en 2009 llegaron hasta las Islas 44 embarcaciones, menos de un tercio que las del año precedente. Así, el Archipiélago contribuyó de manera capital a que 2009 se convirtiera además en el año con la menor afluencia de inmigrantes clandestinos por vía marítima registrada en España en los últimos 10 años. Si echamos mano de la estadística de toda la década vemos también que desde el año 2000 han arribado a las costas canarias 95.000 inmigrantes, más de la mitad de todos los que han llegado a España en el mismo período: unos 175.500. Y que desde 1999 nunca se habían dado períodos de hasta tres meses en los que las costas del archipiélago canario no registrasen la llegada de una sola patera.
El factor crisis. Unos apuntan a la crisis económica, otros al mayor control de las costas africanas o las políticas de expulsión de moda en toda Europa. Muchos son los factores que se erigen como los principales condicionantes que explican esta tendencia de los últimos meses. Lo que queda claro es que aquel eslogan manido del PP, el efecto llamada, que los dirigentes conservadores repitieron hasta la saciedad asegurando que los africanos que llegaban a nuestras costas lo hacían atraídos por una ley muy blanda, ha quedado absolutamente descalificado porque los resortes que mueven la inmigración han sido desde el principio de la historia y en la mayoría de los casos de carácter económico.
Desde el Ministerio del Interior, su responsable, Alfredo Pérez Rubalcaba, y el secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho, barrieron hacia casa asegurando que este descenso tiene su base en el trabajo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, la política de repatriaciones, los acuerdos con los países de origen, la presión a las mafias o la eficacia del dispositivo Frontex (Agencia Europea de Control de Fronteras), así como el despliegue de patrulleras y medios aéreos en los países de origen como Marruecos, Mauritania o Senegal.
La entonces secretaria de Estado de Inmigración, Consuelo Rumí, manifestó el 4 de diciembre que “el empleo es el principal efecto llamada” para los inmigrantes y que las cifras de paro del año 2009 no invitan a los extranjeros a venir hacia España en busca de un futuro mejor. Desde Europa, el director adjunto del Frontex, Gil Arias, aseguró en octubre que el descenso acusado en la llegada de pateras se explica también por el impacto de la crisis económica en los países de origen, ya que sólo el viaje en cayuco “cuesta de media entre 500 y 600 euros y ahora no son capaces de reunir esas sumas”. En cualquier caso, nadie se atreve a augurar que esta tendencia a la baja se pueda consolidar en los próximos años, aunque nunca antes se estuvo tan cerca de ello.
Los niños náufragos y el albino. Fallecieron 25 personas. Pero lo más estremecedor es que al menos 15 eran menores, algunos de apenas siete u ocho años, además de dos mujeres, una de ella embarazada. Ese fue el balance de la peor tragedia de la inmigración clandestina que se haya registrado en las costas canarias si se tiene en cuenta el número de cadáveres recuperados. Sucedió el 15 de febrero a sólo 20 metros de la orilla de la playa de Los Cocoteros, en Lanzarote. Los radares del SIVE no detectaron la embarcación “por el oleaje y porque entraron en una zona de sombra”, según la versión oficial. La polémica alcanzó tal nivel que llegó al Congreso, donde el ministro del Interior tuvo que dar explicaciones. Al menos unos vecinos, alertados por los gritos de desesperación de los inmigrantes, lograron rescatar a seis con vida.
Fue otro fracaso de las políticas de inmigración, una década después del primer naufragio, el 24 de julio de 1999 en Fuerteventura. Nadie parece querer preguntarse qué razones siguen lanzando a estos niños a jugarse todo a la carta de la patera. Y todo ello ocurría mientras en el Congreso de los Diputados se aprobó la cuarta reforma de la Ley de Extranjería, con mención especial a la situación de los menores extranjeros no acompañados llegados a las islas en pateras y cayucos. El gobierno regional había amagado con devolver las competencias, pero todo se quedó en una amenaza y la nueva ley incluyó el asunto, aunque sin definir los famosos traslados a otras comunidades.
En el cierre de este resumen es preciso reflejar la odisea de Abdoulaye Coulibaly, conocido como el albino de La Tejita, y que quedará para la historia como el primer negro albino en convertirse en refugiado en España gracias a la ayuda de CEAR y la Cruz Roja. Originario de Mali, de 22 años, su imagen llegando en cayuco a playa de la Tejita, en Tenerife, dio la vuelta al mundo el pasado 29 de marzo. Huyó de su país por miedo, porque era discriminado y temía por su vida. Su historia abre el camino a muchos otros. Lo que nadie se atreve a augurar es cuántos seguirán subiéndose a una barca para llegar a Canarias y comenzar una nueva vida.