Cualquier análisis del estado de las mujeres en 2009, no puede obviar el internamiento de España, y de Canarias en particular, en el oscuro túnel de la crisis. La situación económica sigue siendo un peligro para la igualdad. Un reciente estudio ha puesto de manifiesto una amplia opinión de que, en caso de despido, habría que mantener el puesto ocupado por el hombre, por aquello de ser considerado “el cabeza de familia”. Avanzamos, sí, pero tropezamos mucho.
Cuando los puestos de trabajo peligran, cuando los salarios parecen una suerte de premio y se amenaza con mermarlos, cuando la precariedad y la economía sumergida avanzan sin remedio, hemos de recordar que son las mujeres, nunca bien afianzadas en el mercado laboral, el eslabón más débil de la cadena de empleados. Salarios irrisorios, a menudo menores que los de sus compañeros masculinos, acusada temporalidad y una más que débil posibilidad de compaginar la vida personal y laboral son las más que repetidas características de nuestra realidad como mujeres trabajadoras. Y es lo que ha permitido decir que las mujeres resisten bien el embate en lo que se refiere al paro femenino. Pero no nos engañemos: se ha asumido todo lo anterior, y más.
Desde el punto de vista de las mujeres, 2009 fue también el año de otra gran crisis, aunque de otra índole: la protagonizada por la activista saharaui Aminatu Haidar y que tuvo como escenario el aeropuerto de Lanzarote. Fue un órdago al Gobierno español, que fue resuelto no sin debilitar su salud hasta la preocupación por una larga huelga de hambre. Opiniones políticas a un lado, esta mujer es todo un ejemplo en tiempos en que no abundan los valores humanos y nos dio toda una lección de coherencia, que es lo que tiene que ser reconocido.
Otra gran crisis en Canarias tuvo que ver con la credibilidad de los medios de comunicación a raíz de la muerte de la pequeña Aitana, aunque sacudió los cimientos mismos de toda la sociedad tinerfeña y se puede decir que nacional. El compañero sentimental de la madre de la niña era acusado de tortura y abusos en grandes titulares, que tuvieron que ser desmentidos dos días después, tras desvelar la autopsia el grave error médico y mediático cometido. Sin embargo, sorprendentemente, el hecho dio pie a airadas críticas del abogado hacia el Instituto de la Mujer, al que recriminó haber guardado el habitual silencio por lo que se creyó en un primer momento una víctima del machismo.
Esta arremetida no se entiende si no se amplía el foco a otras voces que critican la voz de las mujeres. De hecho hubo algún que otro cronista que, simplificando, muy mucho, vio en el caso Aitana las consecuencias de que Diego fuera un hombre. Según la opinión vertida en torno a lo que fue realmente una mala gestión sanitaria, policial y periodística, lo ocurrido se debió poco menos que a un supuesto estado de soberanía feminista que deja a todos los hombres al albur de infundadas acusaciones como la que sufrió Diego. No parece que haya que recordar, y mucho menos a los compañeros periodistas, que son las mujeres las que casi a diario están muriendo en nuestro país por culpa de hombres que no han entendido el no a seguir una relación, el no a sucumbir a su maltrato, el no a la obediencia de quien no es su superior, el no al control y al dominio en los asuntos más cotidianos.
Y por recordar más nombres propios y actuaciones periodísticas no muy acordes con la lucha contra la violencia machista, recordar aquí a la desaparecida conductora de guaguas Isabel Canino, cuyo cadáver fue encontrado en un pozo en la propiedad del único detenido por su muerte. Lo que para todos fue siempre un caso evidente de violencia de género, ciñéndose a un pasado de maltrato machista por la misma persona que luego fue detenida, hay quien en un alarde de periodismo de investigación se empeñó en vestirlo de crimen casual. Tal investigación periodística no ató cabos, pero sembró la duda sobre el móvil del crimen haciendo un flaco favor a la búsqueda de la verdad. Para su hermana, para el Instituto Canario de la Mujer y para cualquier ciudadano no hay otra posibilidad que la apuntada en su día. ¿Cómo dudar de que el maltrato y muerte en los que se ven involucrados la misma persona pudiera ser otra cosa? Isabel Canino había pedido ayuda especializada porque se reconoció como víctima, y sería muy raro que finalmente se tratara de una muerte accidental.
Dicho todo lo anterior, 2009 se me antoja en esta área un año de esos para aprender, para reflexionar. Y para demandar una responsabilidad mayor de los y las periodistas hacia un tratamiento adecuado de lo que es el maltrato machista. (Y saber diferenciar lo que no lo es). Sin excusas. Sin equivocaciones.